Mi esposo millonario: Felices para siempre - Capítulo 1119
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Capítulo 1119:
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Y, sin embargo, por más que lo intentaba, no conseguía entender cómo se habían aflojado de repente los tornillos de esa lámpara de araña. Menos mal que la cadena principal había aguantado. Si se hubiera caído y hubiera herido a alguien, ni vendiendo todo el hotel se habría podido pagar el desastre. Solo de pensarlo, le entraba un sudor frío. Se secó la frente, aliviado y avergonzado a partes iguales.
Hester no dijo ni una palabra. Se quedó allí de pie, impasible.
Dustin, que, por supuesto, había planeado todo, se mostró alegre para calmar los ánimos. «No pasa nada, no hay que alarmarse. No ha pasado nada. Las cosas se rompen, son cosas que pasan», dijo encogiéndose de hombros con indiferencia.
Al fin y al cabo, ese supuesto accidente había sido cosa suya. Obviamente, no podía culpar al personal del hotel por algo que él mismo había montado.
Dustin miró a Hester, con cuidado de no presionarla demasiado. «Mamá, nadie ha resultado herido. ¿Quizás deberíamos seguir adelante y asegurarnos de que el resto de los huéspedes están bien?».
Hester lo miró fijamente, en silencio durante un largo y tenso momento.
Dustin mantuvo su sonrisa intacta, como si no acabara de detonar una bomba en medio del banquete. Hasta ahora, Hester siempre había considerado a Dustin un poco blando, no precisamente astuto ni sagaz.
Pero en ese momento se dio cuenta de que estaba aprendiendo a jugar. Y lo que era peor, estaba empezando a jugar con ella.
Dustin se mantuvo firme, tan tranquilo como siempre. Sabía que Hester lo había descubierto. Por supuesto que lo había hecho. Con un instinto como el suyo, era imposible que no hubiera intuido que él era el responsable de todo.
Pero él no estaba tratando de ocultarlo. Todo era parte del plan: abrirle los ojos a lo que Joanne realmente estaba tramando.
Por suerte, Joanne había reaccionado exactamente como él esperaba. No había sorpresas.
El gran banquete de la familia Wade llegó a un final inesperado y incómodo. Uno a uno, los invitados comenzaron a marcharse, y sus murmullos resonaban bajo la lámpara de araña que por poco había evitado convertirse en noticia.
Alicia, que se había acostumbrado a acostarse temprano desde que comenzó su embarazo, bostezó discretamente. Jeffery, siempre atento, la tomó suavemente del brazo y la condujo hacia la salida.
Pero justo antes de salir, Jeffery se detuvo y apartó a Linsey a un lado. Su mirada era aguda, teñida de una silenciosa sospecha. —Dime la verdad —dijo en voz baja—. ¿Está pasando algo esta noche que debería saber? Están actuando de forma extraña.
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Linsey esbozó una sutil sonrisa. «Parece que eres más perspicaz de lo que aparentas».
Al oírla, Alicia sintió que se despertaba su curiosidad. Se inclinó hacia ella y bajó la voz. —Linsey, ¿qué está pasando realmente esta noche? Jeffery ha mencionado antes que algo le parecía raro, pero pensé que estaba exagerando.
Echando un vistazo para asegurarse de que nadie pudiera oírlas, Linsey le dedicó una sonrisa tranquilizadora y murmuró: —Digamos que estábamos llevando a cabo una pequeña operación. Y gracias a ti, aunque no lo sabes, lo hemos conseguido.
Alicia parpadeó sorprendida, mientras que Jeffery arqueó una ceja. Linsey añadió con calidez: «Te lo explicaré todo cuando se calme un poco. Te lo prometo».
Alicia y Jeffery intercambiaron una rápida mirada. Aunque sentían curiosidad, decidieron no insistir.
—Muy bien —respondió Alicia, sonriendo con complicidad—. Esperaremos a que nos lo cuentes todo más tarde.
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