Mi esposo millonario: Felices para siempre - Capítulo 1096
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Capítulo 1096:
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Su pulso se aceleró al asimilar la idea y se levantó bruscamente. «Voy a casa de Dolores».
Collin se mantuvo cerca. Sin insistir en los detalles, apoyó totalmente su decisión, y su presencia tranquila alivió el pánico creciente de ella.
Al amparo de la noche, Collin llevó a Linsey a la residencia de Dolores. Ella siguió marcando el número de Dolores durante el trayecto, y cada llamada sin respuesta alimentaba tanto su esperanza de que su amiga estuviera bien como su temor de oír una voz que le indicara que había algún problema.
Después de lo que pareció un viaje interminable, el coche finalmente se detuvo frente al edificio de apartamentos de Dolores.
Justo en ese momento, alguien respondió al teléfono de Linsey.
Se le cortó la respiración y una oleada de remordimiento la invadió por haber dejado a Dolores sola en casa ese día.
—Linsey, ¿qué pasa? ¿Por qué tantas llamadas? ¿Y por qué ha enviado Collin a su equipo aquí? —La voz de Dolores, entremezclada con confusión pero cada vez más clara, atravesó el zumbido en los oídos de Linsey. El alivio inundó a Linsey y su corazón, que latía a toda velocidad, finalmente se calmó.
Dolores estaba a salvo.
La tensión que la había atenazado le nublaba los pensamientos, pero una verdad brillaba con claridad: Dolores estaba ilesa.
—Linsey, respira hondo, Dolores está bien —dijo Collin en voz baja, dándole suaves palmaditas en la espalda, con una voz firme que le servía de ancla.
Podía adivinar el motivo de su pánico: la llamada anterior de Joanne probablemente había incluido una amenaza contra Dolores.
—Linsey, ¿estás bien? —El tono de Dolores se agudizó con preocupación al oír las palabras de Collin—. Collin, ¿por qué no habla? ¿Has vuelto a meter la pata con ella? ¡Te lo juro, si vuelves a hacer una tontería como la de hace cuatro años, no te lo perdonaré!
Collin ignoró los pensamientos de Dolores y se centró en tranquilizar a Linsey.
Linsey, divertida por el arrebato protector de Dolores, soltó una risita. Se inclinó hacia delante en el asiento del copiloto, con el pecho aún oprimido por la angustia.
«Dolores, estoy bien, solo necesitaba un momento para recuperar el aliento», dijo, parpadeando con una leve sonrisa. «Collin y yo estamos abajo, en tu casa. Espera, ya subimos».
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Dolores, aún desconcertada, no podía entender por qué Linsey y Collin habían aparecido en su casa en plena noche, ni por qué los hombres de Collin estaban apostados en su puerta.
Minutos más tarde, Linsey y Collin estaban sentados en el sofá del salón de Dolores. Dolores puso dos vasos de agua sobre la mesa y los miró con una mezcla de curiosidad y confusión. —Bueno, ¿qué pasa? ¿A qué viene tanto alboroto? Estaba profundamente dormida cuando esos tipos empezaron a golpear la puerta y luego vi un montón de llamadas perdidas en el móvil. Me desperté sobresaltada.
Linsey se sonrojó avergonzada. —¿Así que solo estabas durmiendo? Pensaba que…
Esbozó una sonrisa amarga. —¿Por qué te acostaste tan temprano? ¡Si siempre eres un ave nocturna! ¿Y por qué no contestaste mis llamadas?
Dolores parpadeó inocentemente y se encogió de hombros. —Puse el teléfono en silencio.
La frustración de Linsey volvió a aflorar, casi dejándola sin aliento.
—Toma, bebe esto —dijo Collin, entregándole un vaso de agua.
Linsey dio unos sorbos, recuperó la compostura y suspiró. —No está mal silenciar el teléfono por la noche, pero hoy ha sido un mal momento. Menos mal que estás bien.
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