Mi esposo millonario: Felices para siempre - Capítulo 1074
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Capítulo 1074:
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Harold se quedó paralizado, con la mirada clavada en Linsey. Un temblor le recorrió el cuerpo y el miedo brotó incontrolablemente desde lo más profundo de su ser. «¿Qué haces aquí?».
Instintivamente, intentó retroceder, y el dolor agudo de sus heridas le quitó todo el color de la cara.
Solo se había cruzado con Linsey una vez, pero el recuerdo era inolvidable, acechándolo incluso en sus fugaces momentos de sueño con vívidos sueños sobre ella. No por su llamativa apariencia, sino por la fuerza bruta de su devastadora patada.
Al notar el terror grabado en su rostro, Linsey arqueó una ceja y fijó la mirada en Harold con una chispa de curiosidad mientras se acomodaba en la silla junto a su cama.
—Solo he pasado a ver cómo estás —dijo Linsey, dejando que su mirada se deslizara hacia las partes íntimas de Harold—. Quería comprobar si mi patada te había causado algún daño permanente en la polla.
Linsey no hizo ningún intento por bajar la voz, por lo que cada palabra resonó en la silenciosa sala, llamando la atención de los pacientes y familiares cercanos. Una ola de simpatía recorrió la habitación y todos los ojos se posaron en Harold.
La vergüenza y la furia se reflejaron en el rostro de Harold. —Tú…
—No perdamos el tiempo —lo interrumpió Linsey antes de que pudiera terminar—. ¿Dónde está Walter? Dime dónde está tu hermano.
Harold recuperó la compostura casi al instante y soltó una risa cruel y burlona. Su confianza creció. —Así que te ha enviado Shari, ¿eh? Era de esperar que recurriera a otra persona.
Linsey guardó silencio. Cogió el cuchillo de fruta que había sobre la mesa y lo deslizó con lenta precisión.
—¡¿Qué estás haciendo?! —La bravuconería desapareció de la voz de Harold. Todo su cuerpo temblaba mientras el terror se apoderaba de él de nuevo. Nada le asustaba más que la presencia de ella.
Recordaba claramente que alguien gritó «¡Policía!» justo antes de perder el conocimiento en el restaurante. Por eso, se había convencido de que Linsey ya estaba detenida.
Como Harold seguía sin cooperar, Linsey apretó los labios y acercó el cuchillo hacia él, con la punta suspendida justo por encima de su piel.
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«¡Que alguien me ayude! ¡Llamen a la policía!». El pánico se apoderó de Harold mientras estiraba el cuello y gritaba a gritos para que alguien lo oyera. «¡Ha perdido la cabeza! ¿Por qué se quedan ahí parados?».
Las acciones de Linsey dejaron a todos los presentes paralizados por el shock, sin que nadie se atreviera a intervenir.
La urgencia en la voz de Harold finalmente sacudió a los presentes. Algunas personas se apresuraron a llamar a los servicios de emergencia, mientras que otras dudaban, divididas entre pedir ayuda y mantenerse al margen.
Linsey no parecía molesta en absoluto. Habló con una firmeza sorprendente. «Antes de involucrarse, quizá deberían preguntarse si realmente quieren proteger a alguien que hace daño a su propia familia. Este tipo lleva años maltratando a su mujer y tampoco perdona a su hija».
«No merece vuestra compasión». Con un movimiento casual de la muñeca, bajó el cuchillo y, cambiando el tono, añadió: «Además, no es que fuera a hacerle nada aquí. Estamos en un hospital, ¿no? No soy una criminal fugitiva».
El alivio comenzó a aparecer en el rostro de Harold cuando Linsey volvió a levantar el cuchillo de repente, tan rápido que él se quedó paralizado.
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