Mi esposo millonario: Felices para siempre - Capítulo 1067
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Capítulo 1067:
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Shari se dirigió a Linsey, con una voz apenas audible. «Tienes que irte. No te preocupes por mí, yo te alcanzaré».
Pero Linsey no se movió. Con mano firme, bajó el brazo tembloroso de Shari y dijo con tranquila certeza: «No estás sola. No me iré de aquí sin ti».
Los detalles entre Shari y Harold seguían sin estar claros para Linsey, pero su instinto no le permitía alejarse.
Antes de que Shari pudiera protestar, Linsey se volvió hacia Harold.
—Más te vale escuchar —dijo Linsey con frialdad, señalando con indiferencia la cámara de vigilancia instalada en la esquina—. Esa cámara está grabando. Y hay mucha gente aquí que llamaría a la policía sin dudarlo. Sigue empujando y acabarás esposado antes de que te des cuenta.
Harold soltó una risa burlona mientras hacía caso omiso de la amenaza. —Adelante. Llámalos. A mí no me importa.
Harold no le tenía miedo a la policía. En su mente, unos días tras las rejas no eran más que un inconveniente. Una vez que saliera, le haría pagar muy caro a esta mujer por cruzarse en su camino.
El rostro de Linsey permaneció impasible, sin que una sola emoción se dibujara en sus rasgos. Miró a Harold con la mirada fría y firme de alguien que ya lo veía como un hombre condenado a muerte.
—Para alguien como tú, la cárcel es demasiado fácil —dijo con tono seco, mirándolo de arriba abajo—. Sinceramente, con la forma en que te comportas, podría entregar estas imágenes a un psiquiátrico y hacer que te internaran en observación.
Esa sola frase causó conmoción entre los transeúntes. Llamar a la policía había sido la respuesta obvia. Nadie había siquiera considerado la idea de internarlo en un psiquiátrico.
Al principio, algunos dudaron de ella. Quizás estaba fanfarroneando, solo intentando asustarlo.
Aún tranquila, Linsey levantó una ceja y continuó: «Estabas gritando como un loco, agitando los brazos como si hubieras perdido la cabeza. Eso es suficiente para una evaluación psiquiátrica. Una vez que reciban el informe, no te dejarán salir tan fácilmente».
En cuanto escuchó sus palabras, la expresión de Harold se tornó tormentosa y la rabia lo invadió sin previo aviso. «¡Zorra loca! ¿Crees que puedes soltar basura así y salirte con la tuya?».
Imperturbable, Linsey respondió con suavidad, sin una pizca de miedo en su tono: «¿Quién está diciendo tonterías? Lo digo muy en serio. Salir de un psiquiátrico no es como pagar la fianza, Harold, es mucho más difícil cuando dicen que eres inestable».
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Eso le tocó la fibra sensible. El dolor del golpe anterior, cuando ella le había golpeado con la fregona, aún le latía en la mejilla, alimentando su humillación.
Y ahora, ella estaba allí, tan tranquila como siempre, llamándolo desquiciado y amenazando con internarlo.
—¡Maldita mujer! —espetó él, con la voz temblorosa de rabia—. ¿Crees que esto es un juego? ¡Me aseguraré de que te arrepientas de haberte cruzado en mi camino!
Sin previo aviso, sin vacilar, Harold se abalanzó sobre Linsey como un toro, con las manos extendidas, con la intención de golpearla.
Gritos de terror estallaron entre la multitud mientras el pánico se extendía entre los espectadores.
Ya podían imaginar la brutal escena que estaba a punto de desarrollarse, viendo a esta valiente mujer enfrentarse a una derrota segura a manos de Harold.
Antes, Linsey solo había conseguido asestar el primer golpe porque Harold no se esperaba el ataque repentino con la fregona.
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