Marcada por el Verdadero Alfa - Capítulo 30
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Capítulo 30:
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«Por supuesto, voy ahora mismo», me dice, metiendo sus cosas en la bolsa y marchándose.
Empiezo a desenvolverlo todo y a prepararlo, enchufando los aparatos. Pierdo la noción del tiempo y, antes de darme cuenta, se abre la puerta del laboratorio y entra la última persona que esperaba ver.
«Scarlett».
«Selene».
«En realidad, no soy Selene, soy Lena, la doctora Lena Everhart», le digo.
«Selene, Lena, ¿qué más da? Sigues siendo la misma niña patética que le rogó a Leo que la aceptara de nuevo después de que él la rechazara», dice, acercándose a mí.
«¿Qué haces aquí, Scarlett?», le pregunto.
«He venido para terminar la conversación que tuvimos esta mañana», me responde.
«¿Qué conversación?», le pregunto, cruzando los brazos y mirándola como si fuera suciedad bajo mis uñas. Veo que eso la enfada.
«Te dije que te fueras», me gruñe.
«Sí, lo hiciste, pero no fuiste tú quien me trajo aquí. Si te molesta que esté aquí, discútelo con Leo», le digo, asegurándome de mirarla directamente a los ojos para que sepa que no le tengo miedo.
«¿Qué esperas conseguir exactamente aquí? Si has venido por Leo, estás perdiendo el tiempo. Él es mío. Me ha elegido a mí», grita, y su voz resuena por toda la habitación.
No puedo evitar soltar una carcajada. «¿Cómo de insegura eres, Scarlett? No todo gira en torno a ti. ¿No te has dado cuenta de la enfermedad que está devastando a tu manada? Sin embargo, lo único que te importa eres tú misma. ¿Sabes qué? No voy a hablar más contigo. Lárgate de mi laboratorio», le digo, dándome la vuelta, pero ella me agarra de la mano.
«¡No me des la espalda, campesina!», le espeta.
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«Scarlett, suéltala ahora mismo», gruñe Leo.
-Punto de vista de Alpha Leo-
No podía estar quieto después de mi conversación con Zeo. Se marchó para hablar con Gabe y yo respondí a los correos electrónicos que tenía y firmé algunos documentos que Zeo me había dejado en la mesa. Desde que comenzó toda la situación de la enfermedad, él se había hecho cargo del funcionamiento diario de nuestro negocio en la ciudad, porque yo tenía que centrar toda mi atención en la manada y en encontrar una cura.
Después de terminar todo eso, seguía sin poder estar quieto. Tenía la sensación de que algo iba mal, pero no sabía si debía fiarme de ella; quizá solo fuera una excusa para pasar más tiempo con Lena.
Me senté durante otros diez minutos, pero no pude más. Me levanté y salí de casa. Habían pasado unas dos horas desde la última vez que la vi y, si llegaba allí y no pasaba nada, probablemente pensaría que la estaba acosando, así que más me valía pensar en una buena explicación.
Llegué a la entrada del laboratorio. El coche de su asistente ya no estaba, pero había otro aroma que no era el de Lena, un aroma que reconocería en cualquier parte: el de Scarlett. ¿Qué hacía ella aquí? Abrí rápidamente la puerta y entré corriendo en el laboratorio. Lo que vi en cuanto entré me enfureció. Scarlett sujetaba con fuerza la mano de Lena, y creo que ninguna de las dos se había dado cuenta de que yo estaba allí.
—Scarlett, suéltala ahora mismo —gruñí.
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