Marcada por el Verdadero Alfa - Capítulo 22
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Capítulo 22:
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«Porque probablemente no tengan la misma enfermedad que el primer niño que la contrajo», intento explicarle.
«No lo entiendo», dice él.
«Una enfermedad como esta, que ataca a sus víctimas de forma selectiva, es extremadamente inteligente. Aprende y se adapta, lo que significa que para comprenderla y, finalmente, curarla, tengo que empezar por donde se originó: por el primer niño que la contrajo. Sé que nada de esto es fácil para ti, pero si el niño ha muerto, voy a necesitar el cuerpo».
—Punto de vista de Lena—
«De acuerdo, esperemos que el niño siga vivo», dice él.
«Sí, esperemos», respondo, aunque no digo lo que realmente pienso: que el niño probablemente esté muerto.
Seguimos caminando y puedo sentir su mirada sobre mí. Sé que tiene preguntas, pero más le vale que las haga directamente, porque yo no voy a ofrecer ninguna respuesta.
«¿Puedo preguntarte algo?», pregunta.
«Depende», respondo.
«¿De qué?», pregunta.
«¿Tiene que ver con el trabajo?», le pregunto.
«No», responde.
«Entonces es sobre mi vida personal. Puedes preguntar, pero no te prometo que te responda», le advierto.
«En realidad, es sobre tus hijos. ¿Su padre está presente?», pregunta.
Sabía que iba a preguntarme eso y ya tenía preparada la respuesta. «Sí, está presente. No ha venido con nosotros porque tiene un proyecto importante en el trabajo, pero los visitará cuando tenga oportunidad», digo, y la mentira me sale con facilidad.
Miro a Leo para ver su reacción y veo que está enfadado. Pero, ¿por qué lo estaría?
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«¿Vosotros dos estáis…?» —deja la frase en el aire—.
«¿Estamos juntos? ¿Es eso lo que querías preguntar?», le pregunto.
«Sí», responde.
«Tenemos hijos juntos, así que sí, estamos juntos, incluso comprometidos», le digo.
«Eso es genial, pero no he podido evitar fijarme en que no hay ninguna mención a él en Internet. Solo hablan de ti y de tus hijos», dice.
«¿Has estado leyendo sobre mí, Leo?», le pregunto.
«No lo voy a negar, sí, lo he hecho. Pero aún no has respondido a mi pregunta», dice.
«Te dije que no iba a responder a todas tus preguntas», le digo, firme en mi postura. No debería haber entablado la conversación en primer lugar.
«Ya basta de preguntas», le digo.
«Solo una más, y prometo que por ahora voy a parar», dice, y no se me escapa el «por ahora» al final de la frase.
Dejo de caminar y me giro para mirarlo. «Vale, ¿qué pasa?», le pregunto.
«¿Por qué mentiste sobre la edad de tus hijos?», pregunta.
«No sé de qué estás hablando», le digo, y me doy la vuelta inmediatamente para que no me vea mirándolo y se dé cuenta de que estoy mintiendo.
«Sí sabes de qué estoy hablando. Hay varios artículos sobre ti y la mayoría mencionan la edad de los niños. No tienen cuatro años, como dijiste, sino cinco. Lo que significa que hay una gran posibilidad de que sean…».
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