Marcada por el Verdadero Alfa - Capítulo 139
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Capítulo 139:
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Desde mi diagnóstico, he empezado a pensar en mi vida y en las decisiones que he tomado, y sé que mi mayor error fue hacerte daño a ti, a tu madre y a tu hermano pequeño, Lex. Seguro que estás confundido, pero no te preocupes, te lo explicaré todo.
No siempre fui el hombre frío que tú conocías. No, antes era como tú: feliz y enamorado del futuro que me esperaba. Se llamaba Amara y era una omega de una manada vecina. Nos enamoramos, pero sabía que mi padre nunca aprobaría que yo, su hijo y su heredero, me casara con una omega. Así que ambos acordamos mantenerlo en secreto hasta que él falleciera y yo fuera Alfa. Entonces, por fin podríamos estar juntos.
Por desgracia, nuestro plan no funcionó. Conocí a tu madre. Ella estaba de visita con su padre, que también era alfa, y allí mismo, delante de nuestros padres, descubrimos que éramos compañeros. No había forma de ocultarlo. Nuestros padres estaban tan emocionados que anunciaron nuestro compromiso esa misma noche, sin preguntarnos a ninguno de los dos si eso era lo que queríamos.
Así, sin más, me comprometí con otra mujer, que era mi pareja, pero a la que no amaba. Yo amaba a Amara. Al día siguiente, le conté a Amara lo que había pasado y se le rompió el corazón. Pero le prometí que eso no cambiaría nada, que ella seguía siendo la persona a la que amaba y que estaríamos juntos.
Se lo conté a tu madre y ella me dijo que ya lo sospechaba. Tu madre era una buena mujer, con un corazón muy bondadoso, y lamento cómo la traté, créeme, de verdad. Ella aceptó que, mientras lo mantuviera en secreto y nadie más se enterara, no le importaba. Y también me recordó que, aunque no estuviéramos enamorados, íbamos a convertirnos en Alfa y Luna, así que teníamos que respetarnos mutuamente. Nos hicimos amigos.
Unas semanas más tarde, nos casamos y, unos años después, mi padre murió. Tu madre y yo nos convertimos en Alfa y Luna. Trasladé a Amara a otra casa, lejos de su manada, pero más cerca de la nuestra, y vivimos así en paz, sin ningún problema. Entonces tu madre se quedó embarazada y yo me llené de alegría, sabiendo que por fin tendría un heredero. Estaba tan seguro de que ibas a ser un niño que no podía esperar tu llegada.
Pero con tu madre embarazada, pasaba más tiempo con ella que con Amara, y Amara se puso muy celosa. Un día, cuando fui a visitarla, me expresó sus sentimientos. Me dijo que ella era la que debía estar embarazada, que se suponía que éramos una familia. Estaba inconsolable. En ese mismo momento y all , rompí una de las promesas que le había hecho a tu madre. Le dije a Amara que después de que nacieras, empezaríamos a intentar tener un bebé, y eso la hizo feliz.
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La culpa por lo que acababa de hacer me pesaba mucho. Porque, aunque no estaba enamorado de tu madre, había llegado a quererla y se había convertido en una parte esencial de mi vida. Ella se dio cuenta casi inmediatamente de que algo iba mal. Me preguntó y siguió preguntándome, pero yo le dije que no era nada. Entonces supuso que tal vez me daba miedo ser padre, y le mentí. Le dije que tenía razón. Ella me aseguró que sería un gran padre y que tú me amarías incondicionalmente.
Llegó la fecha prevista del parto y ella entró en trabajo de parto. Estuve a su lado mientras te traía al mundo. Naciste gritando y la comadrona dijo que tenías unos pulmones muy sanos. La celebración de tu nacimiento duró toda una semana, y habría durado aún más si tu madre no hubiera dicho que ya era suficiente. Así de feliz estaba por tu llegada, Leonardo.
Te parecías mucho a mí, pero por tu expresión me di cuenta de que habías heredado el carácter y el corazón de tu madre. Me quedaba despierto contigo todas las noches para que tu madre pudiera descansar. Por eso mismo, mandé instalar una cuna en mi despacho.
Pero habías nacido y era hora de cumplir mi promesa a Amara. Ella se quedó embarazada casi inmediatamente y, aunque había roto la promesa que le había hecho a tu madre, no voy a mentir y decir que no estaba feliz, porque lo estaba. Iba a tener un hijo con la mujer que amaba.
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