Luchando por un Amor Imposible: Atrapada en el Dolor - Capítulo 187
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Capítulo 187:
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«Alexander Blackwood» apareció en negrita, y la fecha coincidía con la hora del accidente del almacén. La multitud estalló en abucheos dirigidos a Alexander, y los periodistas lo bombardearon una vez más con preguntas. Las cámaras disparaban rápidamente, capturando la montaña rusa de emociones en el rostro de Alexander.
«¿Todavía quieres negarlo, Alexander?», preguntó Leslie, con un tono frío, a juego con la sonrisa burlona en el rostro de su marido.
«No, no voy a dar marcha atrás», refunfuñó Alexander internamente. Sentía como si se hubiera activado un interruptor en su mente.
«¿Y qué?», ladró.
«¿Y qué si falsifiqué estos documentos? ¿Qué más da? ¡No puedes ignorar el hecho de que mi hermano es un loco con tendencias violentas! ¿De verdad vas a dejarme ir y a reincorporarlo?».
La junta directiva se quedó paralizada, perdida y confundida. Ya no sabían a quién culpar.
«Maestro Blackwood, por favor, dennos una respuesta. ¿De verdad tiene TEPT?», preguntó un periodista.
«¿Qué lo causó?».
«¿Se curará alguna vez de esto?».
«¡Danos una respuesta, señora Blackwood!», exigieron los periodistas.
«Os daré la respuesta que necesitáis», llegó la voz plateada de Eleanor mientras se dirigía con confianza al escenario. Las cámaras se iluminaron hacia ella.
«Señora Blackwood, ¿qué tiene que decir? ¿Tiene razón su hijo menor sobre su hijo mayor? ¡Danos una respuesta!», presionó otro periodista.
«¿Qué está haciendo?», murmuró Julian con los dientes apretados, con el corazón acelerado a pesar de la fachada de calma que intentaba mantener. Leslie también parecía preocupada.
«¿Qué planea hacer la suegra?», se preguntó Leslie en voz alta. A pesar del arrebato de Alexander, tanto él como Vanessa intercambiaron una mirada tranquila y aliviada. Pensaban que todo iría bien, o eso creían.
«Madre, no interfieras en esto», advirtió Julian de nuevo.
Eleanor se volvió hacia él, con una pequeña y triste sonrisa en el rostro.
—Déjame manejar esto, hijo —dijo, y luego se dirigió a la multitud, levantando las manos para pedir silencio.
—Los rumores son ciertos. Mi hijo, Julian Blackwood, tiene trastorno de estrés postraumático.
La multitud estalló en susurros y murmullos, y la junta directiva intercambió miradas confusas. Julian se puso rígido y estaba a punto de acercarse a su madre cuando Leslie lo agarró, con ojos inseguros pero resueltos.
«Cálmate y dale esta oportunidad», susurró con voz firme. Vanessa, con los brazos cruzados, observaba con aire de suficiencia a Julian y a Leslie, con una mirada llena de satisfacción. Pero la voz de Eleanor se abrió paso entre el creciente murmullo de la multitud.
—No se le puede culpar en absoluto. Toda la culpa es mía y de su difunto padre. —Dejó caer la bomba, dejando atónitos a todos, incluido Julian. Los ojos de Leslie se suavizaron al mirar a Eleanor, entendiendo finalmente por qué había decidido subir al escenario.
«Yo fui… Fui una mala madre. Nunca quise a Julian desde que era un niño debido a algunas circunstancias imprevistas antes de mi matrimonio. Me desquité con mi primogénito. Nunca le di el amor y el apoyo que necesitaba, y viviré con esta culpa hasta que muera. Mi difunto esposo, Fabian Blackwood, siempre fue un hombre duro. Siempre quería que las cosas se hicieran de cierta manera, incluso en detrimento de la salud mental de los demás. Y… y yo lo permití todo. Lo siento. Lo siento, Julian». Se volvió hacia él, con los ojos brillantes por las lágrimas que le corrían por las mejillas.
«Lo siento mucho, hijo mío. No soy digna de tu perdón, pero quiero que sepas que lo siento muchísimo».
Todo el salón quedó en silencio, el peso de las palabras de Eleanor se cernía pesadamente sobre todos. Julian sintió que sus ojos se enrojecían, pero apartó la mirada, guardando de nuevo en lo más profundo de su ser las abrumadoras emociones. Tanto Alexander como Vanessa palidecieron ante el repentino giro de los acontecimientos.
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