Los Secretos de la Esposa Abandonada - Capítulo 949
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Capítulo 949:
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La voz de Amya estaba llena de emoción. —¿De verdad?
—Sí, hay algunas cosas de las que tengo que ocuparme allí —explicó Allison.
—¡Genial! ¡Lo miraré ahora mismo! —respondió Amya con entusiasmo.
Poco después de que Allison colgara, Kellan regresó a la habitación. Se dio cuenta de que Allison acababa de secarse el pelo con el secador. Tenía las mejillas rosadas por el vapor y el cabello ondulado le caía suelto sobre los hombros. Estaba completamente absorta en su portátil.
Kellan no pudo apartar la mirada.
Allison lo vio entrar y levantó la vista. —Has vuelto —dijo.
—Mm.
Kellan intentó abrazarla, pero ella lo detuvo, presionando un dedo contra su pecho.
«¿Qué pasa?», preguntó con voz ronca.
Allison podía sentir el calor de su cuerpo. Su abrazo habitual se sentía más intenso, casi posesivo.
Como acababa de ducharse, su piel aún estaba húmeda. «No te has secado bien», dijo Allison con un toque de irritación juguetona.
Los dedos de Allison rozaron el pecho de Kellan. Los músculos de su pecho estaban relajados y suaves, lo que los hacía agradables al tacto.
Cuando Allison levantó la vista, notó gotas de agua que aún se adherían a su clavícula. La profunda V de su albornoz solo lo hacía parecer más seductor. Kellan tarareó suavemente, deslizando sus dedos por su columna vertebral.
—Sí, está un poco mojado —respondió.
Allison le lanzó una mirada fulminante. «Cállate».
Pero Kellan no pareció oírla en absoluto.
Kellan levantó a Allison sin esfuerzo y la colocó en la cama. «Por eso quiero que descanses y duermas bien», dijo.
«Entonces, ¿por qué no llevas pijama?», preguntó ella.
«No era mi intención», respondió él.
Con eso, Kellan se inclinó y la besó.
La suave luz dorada los rodeó suavemente. Mientras Kellan presionaba sus labios contra los de Allison, sus respiraciones se mezclaron en el calor. El beso fue intenso y apasionado. Allison se quedó sin aliento, la falta de aire la abrumaba. Sin pensarlo, él levantó su cintura mientras sus cuerpos se acercaban. El albornoz blanco como la nieve ya se había deslizado y yacía en el suelo.
—Allison, sabes que no me queda mucha familia. Después de mi abuela y Lorna, eres todo lo que me queda. A Kellan se le hizo un nudo en la garganta mientras besaba lentamente su cuello.
Se abrazaron con ternura y cercanía. La sostuvo con fuerza, como si no quisiera dejarla ir nunca.
«Así que, tanto si vas a la Torre Aröme a buscar a tu madre como si vas a ajustar cuentas con la mafia, espero ir contigo. Podemos afrontarlo juntos, como la última vez», dijo Kellan, bajando sus labios. «Allison, prométemelo».
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