Los Secretos de la Esposa Abandonada - Capítulo 923
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Capítulo 923:
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«Por supuesto, señor».
Cuando Kellan y Allison se aseguraron de que no había nadie fuera, entraron en la habitación.
«Lilian, me alegro de volver a verte».
Allison miró fijamente a la mujer que yacía en la cama. No parecía tan frenética como antes, pero aún había una mirada cautelosa en sus ojos.
—¿Sois de Farmacéuticas Inmortalidad?
Allison y Kellan se miraron rápidamente. Allison habló en voz baja. —No te preocupes. Yo soy la que te sacó de Farmacéuticas Inmortalidad.
Lilian frunció el ceño y estudió detenidamente a Allison. Después de un momento, pareció que recordaba algo.
«Eres… eres tú».
«No estoy segura de cuánto recuerdas, pero fui yo quien te sacó de ese laboratorio». Allison habló con calma y claridad. «No solo te inyecté el suero; también te ayudé a escapar».
Lilian pareció recordar esos acontecimientos, y su sospecha hacia Allison disminuyó un poco.
«¿Por qué me salvaste?».
No era ingenua. Entendía que nada se conseguía sin pagar un precio.
Allison sintió alivio al ver que Lilian estaba dispuesta a hablar. Sacó un pendiente manchado de sangre de su bolsillo. —¿Recuerdas de quién te lo quitaste?
Lilian se quedó mirando el pendiente durante un largo rato. De repente, su corazón empezó a latir con fuerza. Las manchas de sangre parecían despertar recuerdos oscuros.
«¿Qué pendiente es ese? No lo veo bien. Acércate».
Si hubiera sido un pendiente cualquiera, Allison lo habría tirado. Pero esta era la última pista para encontrar a su madre. Así que Allison se acercó y puso el pendiente justo delante de Lilian. «Míralo bien».
Lilian miró fijamente el pendiente, y su respiración se hizo más superficial. Su mente pasó rápidamente a la imagen de una mujer con una bata blanca de laboratorio, que casi le había roto el cuello. Por un momento, esa mujer se parecía a Allison.
Los pensamientos de Lilian empezaban a desmoronarse.
«¡No… no te acerques más!»
Mientras hablaba, Lilian sacó una jeringa de debajo de la almohada.
Sin pensárselo dos veces, la apuntó al brazo de Allison. «¡Vete al infierno, mujer malvada! ¡Sabía que eras una de las investigadoras!».
En esa fracción de segundo, Kellan se interpuso delante de Allison. «¡Allison, cuidado!».
Todo sucedió muy deprisa.
La jeringuilla se clavó en el dorso de la mano de Kellan.
Por suerte, la aguja no era larga y no entró demasiado profundo. Rápidamente empujó a Lilian al suelo y usó bridas para inmovilizarla.
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