Los Secretos de la Esposa Abandonada - Capítulo 916
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Capítulo 916:
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Aunque Kellan había intentado protegerla durante la caída, sus heridas se habían reabierto. El dolor era insoportable. La sangre brotaba de ella y manchaba la hierba.
Apenas consciente, Allison susurró: «Vámonos… vámonos de aquí primero». Pero ni siquiera podía mantenerse en pie. Kellan levantó a Allison del suelo, ignorando por completo su propio dolor.
Tenía las manos cubiertas de sangre.
Cuando se dio cuenta, su voz tembló de emoción.
«Allison, quédate conmigo. No te duermas. Pronto estaremos en casa».
Pero la mente de Allison se estaba desvaneciendo. La voz de Kellan sonaba lejana, como si viniera a través de una niebla, difícil de distinguir.
Luchó por mantenerse despierta.
«No te preocupes…» Quería tranquilizarlo, pero lo último que vio fue el enrojecimiento de sus ojos.
Lágrimas frías le cayeron en las mejillas.
«Kellan, ¿estás llorando?», se preguntó para sí misma. Quería preguntárselo, pero no le quedaban fuerzas, estaba demasiado débil incluso para abrir la boca. Allison nunca había visto llorar a Kellan por nadie. Se preguntó si se lo estaba imaginando.
En ese momento, sus párpados se volvieron más pesados. A medida que la oscuridad se apoderaba de su visión, se fue quedando inconsciente. Era como si Allison estuviera atrapada en un sueño largo e interminable. Su mente se enredaba en el dolor y la confusión, incapaz de distinguir lo que era real.
No tenía idea de cuánto tiempo había pasado, pero oyó débilmente a alguien hablar cerca de su oído.
«Allison, por favor, abre los ojos y mírame. Prometiste que vendrías a casa conmigo».
La voz le sonaba muy familiar. Pero en su estado de confusión, Allison no recordaba nada. Apenas podía sentir que le agarraban la mano con fuerza.
La mano de la otra persona era fuerte y cálida, como si intentara fundirse con la suya. Tenía miedo de perderla, pero también de hacerle daño.
«Allison, estoy esperando a que te despiertes».
Allison quería abrir los ojos, pero no podía. Era como si estuviera perdida en un sueño, tropezando a través de una espesa niebla, vislumbrando fugazmente la figura de su madre.
«Mamá, no te vayas».
Allison extendió la mano y agarró el dobladillo de la prenda de la mujer.
La mujer, con el rostro oculto por la niebla, se volvió hacia ella. —Allison, pórtate bien. No puedes venir conmigo. —Acarició suavemente la cabeza de Allison—. Despierta. Mucha gente te está esperando.
Allison sintió que las lágrimas brotaban de sus ojos. Quería aferrarse a la mujer, pero esta desapareció sin hacer ruido.
El final del sueño fue lo que finalmente ayudó a Allison a abrir lentamente los ojos.
¿Dónde estaba?
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