Los Secretos de la Esposa Abandonada - Capítulo 821
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Capítulo 821:
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Fiona gritó, su cuerpo se desplomó en el suelo. Era como si algo le hubiera desgarrado el estómago. El dolor era insoportable, tan intenso que no pudo evitar gritar.
«¡Verruckt, sálvame o moriré!».
Pero Verruckt no reaccionó. Permaneció frío e impasible, esperando en las sombras. Seguía cuidadosamente los movimientos del enemigo cada vez que disparaba.
¡Bang!
Ignoró los gritos desesperados de Fiona y apuntó a los hombres de negro con sus propios disparos.
La sala quedó en silencio, el ruido sordo de los cuerpos al caer al suelo fue el único sonido que quedó. El ruido se apagó con la caída del último cuerpo. Los sollozos de Fiona se interrumpieron cuando la puerta de la cámara frigorífica se abrió con un chirrido.
—Sr. Shaw, siento llegar tarde.
La linterna de Jareth iluminó la habitación. El haz de luz se posó sobre Verruckt. Su figura quedó grabada en la memoria de Fiona.
Nunca olvidaría la mirada de sus ojos en ese momento. Eran fríos, completamente inexpresivos. Parecía un soldado, agotado y entumecido por la batalla. No había rastro de sentimientos en él.
«Aún queda alguien vivo», dijo con frialdad.
Verruckt pasó por encima de los cuerpos caídos y fijó la mirada en Fiona. Su arma brillaba en la tenue luz, fría y amenazante. Se detuvo, como si estuviera considerando si aplastar a un insecto.
«Verruckt… no me mates. ¡He venido a por ti!». Las lágrimas de miedo corrían por el rostro de Fiona. Solo ahora comprendía realmente lo peligroso y cruel que era. «Prometo que no le contaré a nadie lo de esta noche…».
Jareth, que observaba la escena, frunció el ceño. «Sr. Shaw, las bombas incendiarias están listas».
Desde donde estaba, vio que las posibilidades de Fiona eran escasas. Su jefe no mostraba piedad con ninguna mujer, excepto con Alice. Verruckt permaneció impasible, con expresión inexpresiva. «Este lugar será destruido pronto. Si quieres vivir, sal por tu cuenta».
Cuando Fiona escuchó sus palabras, su rostro palideció. Se había acabado. Fiona sabía que era seguro: moriría allí.
—Verruckt, ¿es esta tu forma de castigarme por culpa de esa zorra? ¿Lo es?
Su mente se dirigió instantáneamente a Allison. En el pasado, a Verruckt podría haberle disgustado, pero nunca la habría dejado morir así. Pero sus palabras quedaron sin respuesta.
Verruckt ya estaba fuera, dando órdenes. —Quémalo.
—Sí, Sr. Shaw.
Jareth arrojó dos bombas incendiarias al almacén frigorífico. Los gases especiales del interior ayudaron a que las llamas se propagaran rápidamente. El calor era insoportable. Fiona gritó de dolor.
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