Los Secretos de la Esposa Abandonada - Capítulo 752
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Capítulo 752:
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«Sí», respondió ella en voz baja. «Te echo de menos».
«Yo también te echo de menos». El tono de Kellan cambió. Se dio cuenta de que algo no iba bien. «¿Ha pasado algo?»
Allison miró fijamente al techo, sin reprimirse. «Verruckt se emborrachó y me besó».
El silencio al otro lado de la línea era escalofriante.
Allison murmuró: «Lo siento, no debería haberle pedido que bebiera…».
Kellan la interrumpió, diciendo: «No es culpa tuya. Nunca te culparía».
Su voz era áspera, una señal de que su herida volvía a sangrar. Pero eso no le importaba. Sus ojos se volvieron lentamente inyectados en sangre, su mente se concentró solo en matar a Verruckt. Aun así, consolar a Allison tenía que ser lo primero.
Sabía que sus sentimientos eran lo que realmente importaba.
«Allison, a mucha gente le gustarías porque te lo mereces». Kellan reprimió las oscuras emociones que amenazaban con apoderarse de él. «En cuanto a Verruckt, quiero ocuparme de él personalmente cuando el plan esté terminado».
Allison frunció un poco el ceño. «Él también fue un sujeto de prueba. Es complicado».
«No te preocupes, hablaremos de ello más tarde. Tienes que descansar primero».
Kellan bajó la mirada, sus pestañas proyectaban una sombra sobre sus ojos. —Allison, ¿podemos seguir en contacto esta noche? Quédate conmigo así.
Allison entendió que era su forma de estar ahí para ella.
—Está bien, seguiremos conectados.
A la mañana siguiente, Verruckt se despertó y abrió los ojos lentamente. Le latía la cabeza por la resaca. El mundo daba vueltas a su alrededor. La habitación le resultaba extrañamente familiar, pero a la vez extrañamente desconocida.
Se sentó en la cama, reconociendo el lugar, pero un ceño fruncido cruzó su rostro, como si algo importante se le estuviera escapando de la mente. «Esta es… mi casa».
Verruckt salió del dormitorio principal. El aroma a pan y a beicon chisporroteante llenaba el aire de la sala de estar. Su mirada se desvió hacia la mesa del comedor, donde dos sándwiches y un vaso de leche estaban perfectamente colocados.
Su mente aún estaba poniéndose al día, pero su cuerpo ya se había movido hacia la mesa. Al acercarse, vio una nota adhesiva que decía: «Me he ido a trabajar. Aquí tienes el desayuno».
En cuanto Verruckt leyó la nota, los recuerdos de la noche anterior volvieron a él, como si se hubiera roto una presa. Lo recordaba todo: entrar en la habitación, hacer sonar las copas con ella y luego apretarla contra la pared…
El aire pareció congelarse a su alrededor. Irritado, Verruckt miró hacia el segundo dormitorio y abrió la puerta sin pensárselo dos veces. Las cortinas estaban medio corridas, suavizando la dura luz del sol. La cama estaba hecha con esmero, aunque las ligeras arrugas le indicaban que alguien había dormido allí la noche anterior. Un tenue aroma floral persistía en el aire, como si su presencia no hubiera desaparecido del todo.
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