Los Secretos de la Esposa Abandonada - Capítulo 716
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Capítulo 716:
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Allison cogió el teléfono sin decir palabra, con una expresión indescifrable, mientras miraba la pantalla antes de guardarlo. —Bien —murmuró, con un tono casi casual—. Eso aclara todas mis preguntas.
Se inclinó ligeramente, su mirada penetrante se clavó en la de él. Sus ojos reflejaban el terror grabado en su rostro como un espejo cruel. Su voz, suave pero cortante, se deslizó a través del silencio. «Antes de morir, ¿hay algo que quieras preguntarme?».
Las pupilas de Yashiro se encogieron hasta convertirse en agujeros. «¡Tú!».
Solo entonces se dio cuenta: Allison nunca había planeado dejarlo ir con vida. Al darse cuenta de que su destino estaba sellado, sacó toda su valentía y veneno, lanzándose hacia la puerta como un animal desesperado. «¡Que alguien venga aquí! ¡Maten a esta mujer! ¡Mátenla!». Salió corriendo hacia la salida.
La distancia era corta, las luces de neón estaban justo fuera de su alcance, su resplandor prometía la salvación. En su mente, sus hombres entrarían en cualquier momento y destrozaría a Allison. Sin embargo, era demasiado tarde.
Una repentina y gélida sensación se apoderó de su cuello. Allison se movía como una sombra en una tormenta: silenciosa, rápida e ineludible. Su mano se aferró a su garganta con la precisión de un depredador.
«En tu próxima vida, intenta ser un poco amable», murmuró con una voz más fría que el acero en invierno.
Yashiro no pudo vislumbrar su rostro, pero sus palabras llevaban el inconfundible peso de la muerte. La protesta se congeló en sus labios, interrumpida por el repugnante chasquido de su cuello al romperse. Abrió los ojos como platos en un último momento de incredulidad antes de desplomarse en el suelo, sin vida, antes de que la última sílaba pudiera escapar de él.
Su grito moribundo llegó finalmente a los oídos de los que estaban fuera.
Los miembros de la banda se apresuraron a abrir la puerta del almacén, justo a tiempo para ver a su jefe desplomarse en el suelo. Su cuerpo yacía de cara a la puerta, con la cabeza retorcida de forma antinatural hacia la mujer que permanecía inmóvil.
Su cuello estaba grotescamente retorcido, su muerte un brutal testimonio de la fría finalidad de la ira de Allison.
«¡Señor Cullen… señor Cullen!».
«Aún no has aprendido a seguir órdenes», dijo Allison, con tono tranquilo, mientras miraba a los hombres que estaban en la puerta. «¿No te dijo que no te metieras, pasara lo que pasara?».
Los matones se quedaron inmóviles por un breve instante, y luego se dieron cuenta. La mujer que tenían delante acababa de matar a su jefe. La ira se encendió en sus ojos. «¡Mátala! ¡Véngate del Sr. Cullen!».
Con esas palabras, se abalanzaron sobre ella.
«Muy bien, hagamos esto interesante».
Sin perder el ritmo, Allison sacó su pistola.
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