Los Secretos de la Esposa Abandonada - Capítulo 715
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Capítulo 715:
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Mientras tanto, afuera, sus hombres holgazaneaban en el frío, demasiado lejos para captar los detalles de la refriega. En su lugar, intercambiaban sonrisas burdas y comentarios lascivos, con una imaginación desbocada.
«Parece que el Sr. Cullen está haciendo horas extras. Qué cabrón con suerte», se rió uno, encendiendo un cigarrillo.
«Esa mujer debe de ser algo especial. Me pregunto si aún tendrá fuerzas para pelear con nosotros cuando él haya acabado», se burló otro, con un tono lleno de malicia.
«Sí, aunque a juzgar por los ruidos, puede que no salga de una pieza», añadió un tercero con una sonrisa retorcida.
Perdidos en sus sucias fantasías, no tenían ni idea de que su jefe estaba a centímetros de la tumba.
Dentro, Yashiro escupió sangre, sus palabras se entrecortaban por los huecos donde antes estaban sus dientes. «¿Quién… quién eres? ¿Qué quieres?».
La revelación le golpeó como un tren de mercancías: esta mujer no era una adversaria cualquiera. Era una depredadora, rodeando a su presa.
La mujer que estaba ante él rezumaba la precisión gélida de una asesina experimentada, su presencia tan amenazante como un depredador entre ovejas, a leguas de la mezquina chusma de su banda.
«Ahora me toca preguntar y tú responderás», declaró Allison, ignorando su débil intento de pregunta. Sus ojos se dirigieron a Yashiro, que retrocedió a trompicones por el suelo polvoriento, con el pánico palpable.
Hizo girar el arma que le había arrebatado con una facilidad casi juguetona, con su voz goteando una mezcla de diversión y amenaza. «Si mientes, ya sabes cómo acaba esto».
—Está bien, está bien —tartamudeó, con un tono que delataba el peso de su miedo—. ¡Mientras me dejes vivir, te diré lo que quieras!
La mirada de Allison no vaciló mientras se cernía sobre él—. ¿Trabajas para Farmacéuticas Inmortalidad?
—Sí —confesó Yashiro sin dudar, con sus instintos de supervivencia por encima de cualquier apariencia de lealtad.
Allison hizo girar el arma pensativamente, y el tenue brillo de sus ojos ámbar le hizo estremecerse. —Y el rastreador de tu teléfono… ¿está configurado para seguir a Verruckt desde el laboratorio Fleeingland?
Yashiro se quedó inmóvil por un momento, con su único ojo…
Los ojos de Yashiro se abrieron como platos, incrédulo. No esperaba que ella supiera lo de Verruckt, y mucho menos que lo mencionara tan casualmente. Se dio cuenta, demasiado tarde, de que se había cruzado con una pesadilla en forma humana.
«Sí… sí, es cierto», admitió, y las palabras se le escaparon en un frenesí. «¡El Grupo Inmortalidad me dio el rastreador!». Desesperado por demostrar su utilidad, buscó a tientas su teléfono y se lo lanzó como una ofrenda a una deidad despiadada. «Hoy van a enviar a gente a matar a Verruckt… ¡Me ordenaron que les ayudara!».
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