Los Secretos de la Esposa Abandonada - Capítulo 629
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Capítulo 629:
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Se acercó, inspeccionó el arma y le lanzó una mirada de reojo. Algo no estaba bien. Le quitó el arma de las manos y comprobó su calibración con un ligero ajuste. —Ya está, así está mejor. Tus disparos están más dispersos, lo que hace más fácil fallar.
Kellan se encogió de hombros. —Solo estoy calentando. Está bien.
—¿Qué, Sr. Lloyd? ¿Planea ponerse serio ahora? Allison arrojó el arma a un lado.
Sus miradas se encontraron y, en un instante, ambos estallaron en carcajadas. Entonces, sin previo aviso, Allison se lanzó, lanzando una ráfaga de golpes. Se movían en perfecta sincronía, como si todo fuera una coreografía.
Kellan se agachó, aprovechando su impulso aéreo para girar debajo de ella, intentando cogerla con la guardia baja.
Pero ella iba un paso por delante.
Con un rápido giro, interceptó su brazo en pleno movimiento, atrapándolo con un firme agarre.
—Sr. Lloyd, debería saber que no debe dejarse así de expuesto.
Le retorció el brazo, girando con elegancia, y bajó la pierna con un movimiento suave y controlado.
Su combate se intensificó y el suelo crujió bajo sus pies. Era una danza peligrosa; un movimiento en falso y estaba perdido.
—Eres implacable, Allison —gruñó Kellan, apretando con fuerza su tobillo.
En un solo movimiento fluido, la atrajo hacia él, rodeándola con sus brazos.
Pero ella respondió de la misma manera, retorciéndose como una víbora para zafarse de su agarre, y envolviéndolo con sus piernas en un agarre de tornillo de banco.
Con un chasquido agudo, lo inmovilizó.
Kellan hizo una mueca de dolor al tensarse la muñeca, pero no pudo reprimir la sonrisa que se le dibujó en el rostro.
En una fracción de segundo, la pelea había terminado.
Allison aplicó una llave de estrangulamiento, derribándolo al suelo con una sonrisa victoriosa.
«Regla número uno: los movimientos despiadados conducen a reinados largos», susurró, con los ojos brillando de satisfacción.
Lo soltó y le ayudó a reajustar su brazo dislocado con cuidado experto. «Has perdido».
Kellan soltó una risita de resignación, asintiendo mientras se frotaba el hombro. —Esperaba perder contra ti. Después de todo, he sido tu saco de boxeo designado desde el primer día.
Se miraron fijamente, ambos todavía recuperando el aliento, el calor de su pelea hirviendo a fuego lento en el espacio entre ellos.
Ninguno quería dejar que el momento terminara.
Kellan deslizó una mano por su cintura.
—Sr. Lloyd —murmuró ella—, ¿puede siquiera mover ese brazo?
Su respuesta fue muda: un suave pero insistente tirón que la acercó aún más, hasta que sus narices se rozaron.
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