Los Secretos de la Esposa Abandonada - Capítulo 488
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Capítulo 488:
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Un sutil destello de diversión bailó por su rostro, aunque la sonrisa nunca llegó a sus ojos.
«Además, señor Lloyd, ¿no tiene ya a su prometida? A ella no le haría mucho bien que su atención se desviara con demasiada frecuencia hacia Allison».
Las palabras de Gordon no pasaron desapercibidas para nadie. Cada una estaba llena de intención, cuidadosamente colocada para crear tensión. Estaba tejiendo una grieta, una que amenazaba con deshilacharse en los bordes.
Después de todo, él sabía que Carole era una mujer intrigante.
La Telaraña tenía una red de inteligencia de gran alcance. Era fácil para Gordon averiguar lo que quisiera.
Además, Carole había estado frecuentando la Compañía Carisma después de regresar al país. Era de dominio público en la clase alta de Ontdale.
Pero ahora, bajo el peso de la burla de Gordon, Carole se obligó a mantener la compostura, aunque la grieta en su fachada apenas se disimulaba.
«Por favor», replicó. «No tergiverses las cosas. ¿Kellan y yo? Sólo somos amigos. Buenos amigos».
Su tono se volvió más agudo, como si tratara de hacer el punto más convincente. «Como hermanos. Y aunque él estuviera interesado, no es que yo sintiera lo mismo. Después de todo, no conoces a Kellan…».
Pero antes de que pudiera enfatizar más su postura, una risita baja cortó la tensión.
«¿Como hermanos?» Kellan se hizo eco, las palabras cayendo con una mordedura fría.
Sus ojos, repentinamente tormentosos, se clavaron en ella con una intensidad que silenció la habitación.
«¿Hermanos?», repitió, como si la idea fuera absurda. «Sólo tuve un hermano… hace años que se fue». Sus ojos helados se clavaron en los de Carole.
«¿Eres tú, Carole?», preguntó, cada palabra deliberada, la acusación suspendida en el aire.
El corazón de Carole martilleó contra sus costillas y sus pensamientos se sumieron en el caos. Se le fue el color de la cara y se quedó pálida. «No, Kellan… Yo no…», balbuceó, dándose cuenta demasiado tarde del fallo de su comentario descuidado.
Había tocado el nervio que convertía todo su comportamiento en hielo.
Era bien sabido lo mucho que Kellan había querido a su hermano pequeño, cómo aquel vínculo, antaño inquebrantable, se había roto con la tragedia.
La muerte de su hermano en las Islas Quemadas había dejado una cicatriz que pocos se atrevían a tocar.
Cualquiera lo suficientemente insensato como para explotar esa herida se encontraba exiliado… o algo peor.
Se le retorció el estómago mientras se esforzaba por enfrentarse a su mirada inflexible.
«No quería decir eso», susurró, sintiendo la sonrisa triunfante de Gordon clavándose en su periferia. Se dio cuenta de que era obra suya. Él había tendido la trampa y ella había caído en ella.
En ese momento, el rostro de Kellan estaba medio oculto por las sombras. Los demás no podían ver claramente su expresión.
Su mirada la recorrió con una calma que atravesó sus defensas. «Señorita Perry, su presencia aquí ya no es necesaria».
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