Los Secretos de la Esposa Abandonada - Capítulo 462
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Capítulo 462:
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Kellan se quitó la chaqueta del traje y, con aire de desagrado, sacó un spray desinfectante, rociando la silla negra con cuidadosa precisión. Cuando sus ojos volvieron a alzarse, eran fríamente burlones. «Dejémoslo claro. Fuera de aquí».
Su tono no dejaba lugar a discusiones. El mensaje era tan contundente como definitivo.
La sonrisa de Carole vaciló, su perfecta fachada se resquebrajó. Sin decir nada, cogió su bolso y bajó los ojos enrojecidos mientras giraba sobre sus talones.
Haciendo caso omiso de la tensión que flotaba en la habitación, Allison se limitó a esperar a que Kellan terminara de firmar y selló el documento con un sello rojo brillante.
«Con eso, me voy», dijo, recogiendo sus cosas para marcharse.
Pero Kellan dio un paso hacia ella.
«Señorita Clarke, ¿no siente ninguna curiosidad por mi relación con esa mujer?».
Cuando Kellan entró por primera vez, le preocupaba que Carole pudiera soltar algo indiscreto. Pero se dio cuenta de que Allison había permanecido imperturbable todo el tiempo, incluso mostrando indicios de diversión. Se dio cuenta de que a ella no le importaba saberlo.
O tal vez, desde que se separaron aquella noche, simplemente se habían distanciado cada vez más.
«¿Curioso? No».
La expresión de Allison era ilegible.
«Después de todo, veo que no te molestarías con alguien tan… simplista».
No era una cuestión de confianza en Kellan. Más bien, era su similitud fundamental en lo que ella confiaba.
Sus palabras parecían cortar el aire cargado que le rodeaba.
Él respondió despacio: «Nos prepararon un compromiso de niños, pero eso es cosa del pasado. El compromiso se canceló y ahora rara vez me cruzo con ella».
«Sr. Lloyd, no hay necesidad de aclarar».
«Para mí, sí la hay».
Allison tuvo la ligera impresión -quizá sólo fue un pensamiento fugaz- de que parecía más peligroso que nunca.
A medida que se acercaba, su sutil fragancia amaderada llenaba el pequeño espacio que los separaba, dejando entrever algo asertivo, casi depredador.
En ese preciso momento, la puerta volvió a abrirse de golpe. «¡Kellan, te he traído algo de comer!» anunció Carole con renovado entusiasmo.
Esta vez traía algo nuevo: un par de fiambreras de gran tamaño.
«Después de todo, han pasado años desde la última vez que nos vimos. Y, mi padre piensa que deberíamos ponernos al día, así que ¿por qué no durante el almuerzo?»
Cuando Carole entró con la fiambrera en la mano, los ojos curiosos de los empleados que estaban al otro lado de la puerta se volvieron hacia ella, provocando ya murmullos. Esa era precisamente la reacción que Carole esperaba provocar. Con el chasquido seguro de sus zapatos de tacón, su expresión se volvió más segura y relajada, como si su vínculo con Kellan fuera algo personal.
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