Los Secretos de la Esposa Abandonada - Capítulo 456
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Capítulo 456:
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«Perdón. Me dejé llevar antes», dijo, su voz más suave.
«Gracias. Te dejaré la investigación del pendiente a ti».
Kellan se encogió de hombros, sus ojos se desviaron hacia el mundo exterior.
«No hace falta que me lo agradezcas. Es un pequeño favor». La miró y captó su mirada.
«Pero antes de que hagas ningún movimiento, tenemos que encontrar al hombre que está detrás de ese negocio en el mercado negro, el que sacó el pendiente».
«Entiendo», respondió Allison, con voz firme.
Sabía que era inevitable ir a Fleeingland, pero tenía que ser en el momento adecuado.
«Primero, tengo que confirmar si mi madre realmente terminó en esa isla».
Su consejo era sólido; necesitarían un plan impecable antes de poner un pie en aquella tierra. Apresurarse sería imprudente, podría convertir su misión en una sentencia de muerte.
Aún quedaba mucho trabajo por hacer: establecer contactos en el extranjero, reconstruir los rumores sobre Fleeingland y descubrir pruebas de los experimentos humanos que se rumoreaba que tenían lugar allí.
Cada detalle, cada trozo de información, tenía que estar en su lugar antes de que ella hiciera su movimiento.
«Si llegamos a un último recurso, todo debe estar listo. No hay lugar para pasos en falso».
Cuando la luz de la calle se derramó a través del parabrisas, el rostro de Allison se endureció con feroz determinación.
Se volvió hacia Kellan, con voz firme y clara. «Encuéntrame a ese vendedor de pendientes y te deberé una».
Una leve sonrisa se curvó en el borde de su boca. «Trato hecho.
La puerta del coche se abrió con un chasquido y entró una ráfaga de aire fresco, impregnado de olor a tierra húmeda y pino.
Allison sacó las piernas, pero antes de pisar la grava, una voz firme y ronca la detuvo en seco.
Se giró y vio a Kellan apoyado en el coche, con la silueta bañada por la luz de la luna. El resplandor lo convertía en una figura borrosa, casi irreal, pero su mirada seguía siendo aguda y penetrante.
«Te lo dije -murmuró, cada palabra con peso-, no estás sola. Y no pretendía tranquilizarte. Significa que me voy contigo».
El viento susurraba entre los árboles, haciendo crujir las hojas bajo los neumáticos del coche mientras la carretera se extendía, enmarcada por los colores mortecinos del cielo crepuscular. El horizonte ardía con tonos púrpuras y dorados, derramando su último resplandor sobre la carretera vacía.
Allison se quedó mirando, hipnotizada por la belleza de todo aquello. Tal vez, pensó, era lo más hermoso que había visto en su vida. Pero al igual que la luz que se deslizaba bajo las colinas, desaparecería en un suspiro.
Era fugaz, como todo lo que había entre ella y Kellan: una flor sin raíces, un camino sin destino. Eran dos caminos que se habían cruzado por casualidad, destinados a vagar en direcciones separadas.
«No lo hagas», dijo ella, volviéndose hacia él con una sonrisa burlona. «Esta es mi pelea. No necesitas que te arrastren a ella».
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