Los Secretos de la Esposa Abandonada - Capítulo 349
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Capítulo 349:
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«Esa pulsera que llevas, ¿no es en la que Gordon se gastó todo ese dinero?». Colton se puso en pie tambaleándose, con la mirada fija en la pulsera que colgaba de la muñeca de Allison. Se le pasó por alto la sutil burla oculta bajo su rostro inexpresivo.
Antes se le había pasado la borrachera, pero Melany no estaba por ninguna parte. Así que acabó esperando fuera del vestíbulo, con la paciencia agotándose. Ver a Allison salir tan tarde no hizo más que avivar su irritación.
«No me importan los arreglos que hayas hecho con esos hombres», continuó, con la voz teñida de amargura. «Tenías razón en una cosa: desde el divorcio, no tengo nada que hacer metiéndome en tu vida». Colton dejó escapar una risa hueca.
Había tenido la intención de enfrentarse a ella, pero después de todo lo que había pasado hoy, el impulso se le había muerto en la garganta. No tenía sentido hacer preguntas cuando las respuestas ya no tendrían sentido.
Pero la verdad era que, a pesar de todo, necesitaba su ayuda.
Allison estaba preparada para arremeter de nuevo contra él, pero algo en su repentina calma llamó su atención. Lo estudió como si fuera un rompecabezas que no podía resolver.
«¿Así que has estado esperándome aquí?», preguntó.
Colton permaneció en silencio, con la agitación agitándose en su pecho.
Después de un largo suspiro, por fin la miró a los ojos.
«Sí, te he estado esperando».
No hacía mucho, ella había declarado que ya no se debían nada. Poco después, él se había desmayado, escupiendo sangre, probablemente a causa de las heridas. Incluso ahora, sentía como si un peso invisible le oprimiera el pecho, una carga de la que no podía librarse.
En su interior, una pregunta le corroía: ¿alguna vez le había amado de verdad durante los tres años que habían pasado juntos? Si lo había hecho, ¿por qué se había ido a los brazos de otros hombres? Pero a pesar de su desesperada necesidad de respuestas, no se atrevía a preguntar.
Podía verlo en sus ojos: él ya no le importaba. La ternura, el afecto que antes iluminaban su mirada cuando lo miraba, habían desaparecido. Ahora, sus ojos eran fríos, indiferentes. Le miraba como a un trozo de basura abandonado demasiado tiempo en la acera.
¿De verdad podía cambiar tanto una persona? ¿O había destrozado su corazón sin remedio?
Colton apretó los puños y sus nudillos se volvieron blancos.
«Ya te he hablado del estado de mi madre», dijo, bajando la voz. «Sus dolores de cabeza son insoportables cuando aparecen y se le han acabado las cápsulas calmantes. Allison, necesito tu ayuda. ¿Puedes presentarme a alguien de Cobweb?».
Su voz, normalmente autoritaria, estaba sorprendentemente apagada, casi como si estuviera admitiendo su derrota. Pero la verdad era que esta petición era sólo la mitad de la historia.
Últimamente, Colton había sentido que sus emociones se descontrolaban. El mero hecho de estar cerca de Allison, aunque fuera por unos instantes, le producía una extraña sensación de calma, a pesar de que ya no era suya.
No mencionó que ella le había dado esas mismas Cápsulas Calmantes a Kellan antes. En su lugar, trató de parecer razonable, enmarcando su petición como una propuesta de negocios.
«No te preocupes, te compensaré generosamente. El dinero no es el problema. Pero mi madre no aguantará mucho más».
Cada vez que los dolores de cabeza de Lindy estallaban, su ira estallaba, afectando a todos a su alrededor.
Como Hacker’s World seguía sin estar en línea y el Instituto de Investigación Farmacéutica de MDH estaba desbordado de solicitantes, la única posibilidad de Colton de obtener las cápsulas residía en Cobweb.
Fuera lloviznaba sin cesar, calando a Colton hasta los huesos. Estaba bajo el alero, manteniendo una distancia respetuosa con Allison, como si fueran extraños. Nadie adivinaría que una vez habían compartido cama.
Al oír su petición, Allison replicó rápida y bruscamente. «Colton, ¿qué te hace pensar que tirando el dinero conseguirás que te presenten a Cobweb?».
Sus palabras le atravesaron como una cuchilla.
«Y además, puede que ni siquiera conserves tu puesto. Tengo el Rubí Jade. Tus hermanastros parecen demasiado ansiosos por bajarte de tu pedestal».
La mención de sus hermanastros le tocó la fibra sensible, una que Colton solía evitar. En el pasado, habría montado en cólera ante tal comentario, pero esta noche, tal vez debido al alcohol, se limitó a soltar una risa áspera y autocrítica. «Sí, supongo que no he luchado lo suficiente por ello».
Allison apoyó la barbilla en la mano, con voz aguda y directa. «No es cuestión de esfuerzo. La verdad es que no eres lo bastante capaz».
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