Los Secretos de la Esposa Abandonada - Capítulo 1295
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Capítulo 1295:
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La visión de Allison se volvió borrosa. Comenzó a caer una ligera llovizna, las tenues gotas de lluvia le enfriaban la cara.
Respiró hondo y se tragó el dolor de la pierna derecha. Tenía que volver.
Cuando regresó al lugar, descubrió que Kellan se había desmayado por completo.
Allison no pudo hacer mucho más que arrastrarlo de vuelta a la cueva. Agarró algunas frutas y exprimió sus jugos en un cuenco improvisado que había hecho con una hoja.
«Bebe esto, Kellan». Se lo acercó a los labios.
No neutralizaría por completo el veneno de la serpiente, pero podría darle algo de tiempo al sistema inmunológico de Kellan.
—Me prometiste que iríamos juntos de vacaciones a la playa, ¿recuerdas? Tenemos mucho de lo que ponernos al día sobre el pasado. Si te mueres aquí, nunca me lo perdonaré.
Allison siguió hablando. De vez en cuando, intentaba despertarlo, pero fue en vano.
No tenía ni idea de cuánto tiempo había pasado antes de que Kellan consiguiera finalmente abrir los ojos. Sin embargo, sus pupilas estaban dilatadas y parecían desenfocadas al mismo tiempo.
Bebió el zumo de frutas, que le ayudó a aliviar la sensación de ardor en la garganta.
—¿Te pusiste en contacto con ellos? —La voz de Kellan estaba extremadamente ronca en cuanto habló—.
—Sí, llamé a Fabian. Vienen a buscarnos. Llegarán pronto.
Allison le agarró la mano con fuerza. —Esperemos un poco más, ¿vale?
Kellan esbozó una sonrisa débil. —Allison, si realmente muero aquí… No estés triste. No te culpes. Nunca me he arrepentido de mis actos, ni una sola vez.
—Para. No quiero oír nada de eso —susurró Allison, con los ojos llenos de lágrimas.
«Si te atreves a morir aquí, entonces me olvidaré por completo de ti», declaró con voz temblorosa.
Antes de que se diera cuenta, sus lágrimas corrían por su rostro y empapaban la ropa de Kellan.
Sentía como si sus almas ardieran en el mismo fuego agonizante.
«No llores, Allison». Kellan extendió la mano y le cubrió el rostro, besando sus labios.
Los ojos de Kellan se encontraron con los de Allison, una tormenta de emociones arremolinándose entre ellos, demasiado compleja para nombrarla.
La crepitante hoguera junto a ellos proyectaba largas sombras sobre la pared de piedra, sus figuras se superponían en el resplandor parpadeante.
La voz de Kellan era baja y áspera. «Si salimos de aquí, ¿te casarás conmigo, Allison?».
La garganta de Allison se tensó al oír sus palabras. Levantó la vista, con los ojos brillantes.
«¿Es esta tu propuesta de matrimonio?». Luchó por serenarse.
Pero las lágrimas no paraban de caer.
«Kellan, esta propuesta no cuenta. Tienes que buscar un evento público, ponerte un traje bonito y arrodillarte para pedirme matrimonio». Ya había pasado por un matrimonio fallido. Había pensado que la felicidad estaba fuera de su alcance, pero el destino la había llevado a Kellan.
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