Los Secretos de la Esposa Abandonada - Capítulo 1290
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Capítulo 1290:
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Avanzando, luchó contra la niebla que nublaba su mente.
El dolor en su cabeza se intensificó, pero no se detuvo.
Entonces, la niebla se disipó. La chica que siempre había sido un borrón en sus sueños de repente se hizo más nítida.
Antes, nunca había podido distinguir sus rasgos.
Ahora, podía verla con claridad. Sus ojos, aunque desenfocados, eran impresionantes. Su delicado rostro estaba iluminado por una cálida y angelical sonrisa.
Incluso ahora, lo atraía.
Era ella. Allison.
La había amado tanto en la realidad. Resultó que se habían conocido hacía mucho tiempo.
Sus destinos se habían entrelazado mucho antes de que ninguno de los dos se diera cuenta. La niña de su pasado le sonrió. «Nos volveremos a ver».
Por un breve momento, Kellan vio cómo el pasado y el presente se fusionaban: su rostro juvenil se alineaba perfectamente con el de Allison.
Y entonces, una voz lo llamó, rompiendo el sueño.
«Kellan, vamos a casa».
Al caer la noche, la temperatura en el bosque descendió a un nivel alarmante.
Allison encontró una cueva de piedra que apenas los protegía del viento y recogió algunas ramas y hojas secas para tumbarse. Sin embargo, su ropa seguía mojada.
«Esto no sirve», murmuró Allison para sí misma. «Hace demasiado frío. Acabaremos muriendo de hipotermia».
Se miró y se dio cuenta de que encender un fuego sería difícil. Entonces rebuscó entre las cosas de Kellan.
Fue una extraña casualidad que su ropa estuviera hecha de tela impermeable, y dentro de un bolsillo sellado encontró un mechero impermeable y un teléfono.
Allison no tardó en encender un fuego.
Tenía la intención de secar su ropa junto al fuego, pero justo cuando estaba a punto de levantarse, de repente alguien le agarró la muñeca.
«No te vayas», murmuró Kellan.
Allison se quedó paralizada durante una fracción de segundo antes de entrelazar sus dedos. «No me iré. Estaré aquí mismo».
Aunque Kellan nunca abrió los ojos, le agarró la mano como si fuera un salvavidas.
Parecía estar atrapado en una especie de sueño. «No me dejes», volvió a decir.
«No me voy a ir a ningún sitio, Kellan», le aseguró Allison.
Pero el agarre de Kellan se hizo más fuerte con cada segundo que pasaba, hasta el punto de que su mano empezó a temblar.
Allison supo entonces que estaba teniendo una pesadilla.
Alargó la mano y le acarició suavemente la frente, solo para darse cuenta de que su temperatura era sorprendentemente baja.
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