Los Secretos de la Esposa Abandonada - Capítulo 1289
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Capítulo 1289:
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«Kellan, vayamos juntos a casa», susurró, con la voz apenas audible por el susurro de las hojas.
«Quédate conmigo… Te he estado esperando».
Siguió hablando, con voz suave, persuasiva, desesperada.
Intentó despertarlo.
Si pudiera superar este período crítico, se recuperaría por completo. Pero si seguía dormido, las cosas podrían empeorar.
En algún lugar de las profundidades de la inconsciencia, Kellan oyó una voz. Era distante, apagada, como un susurro a través de una espesa niebla.
Intentó moverse, seguir el sonido, pero su cuerpo se sentía pesado, como si estuviera atravesando un sueño.
Antes de que se diera cuenta, estaba de vuelta en ese callejón.
El mismo sueño. La misma pesadilla. Lo había perseguido más veces de las que podía contar.
En el sueño, Kellan volvía a ser un niño, acunando a una niña ciega en sus brazos mientras corría para salvar sus vidas.
Su cuerpo se encogía. Estaba más débil. Sus pequeñas manos temblaban, su piel estaba marcada por cicatrices. Sabía que ese niño era él.
«No salgas», advirtió Kellan mientras se escondían en un callejón.
La escondió dentro de una bolsa negra, su respiración se volvía entrecortada, en ráfagas de pánico. «Una vez que se hayan ido, podemos usar la maleta como balsa». La chica no podía verlo.
En su lugar, extendió la mano y sus dedos rozaron su rostro. «¿Cómo te llamas? Te lo devolveré algún día», prometió la chica.
Kellan se quedó atónito.
Sus dedos se deslizaron hacia sus cicatrices antes de tomar suavemente su mano y apartarla. «Me llamo Colton». Supuso que nunca volverían a encontrarse.
En aquel momento, la supervivencia nunca había formado parte del plan de Kellan.
Después de ser secuestrado, se le dio deliberadamente una nueva identidad y se le obligó a asumir el nombre de Colton.
Alguien había orquestado este cambio, y de alguna manera estaba relacionado con la enemistad de larga data con el Grupo Stevens.
«Colton».
La chica repitió el nombre como si despertara algo familiar en su interior. Pero en el momento en que habló, un dolor agudo atravesó la cabeza de Kellan, como un recuerdo lejano que luchaba por salir a la superficie.
Quería ver su rostro con claridad.
Durante años, ese rostro había perseguido sus sueños.
«No te vayas».
En el fondo, sabía que pronto olvidaría este sueño. Siempre ocurría así. Cada vez, justo cuando estaba a punto de recordar, los detalles se le escapaban como arena entre los dedos. Pero esta vez no. Esta vez, se negó a dejar que se desvaneciera. Algo estaba al alcance de la mano, algo que había pasado toda su vida buscando.
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