Los Secretos de la Esposa Abandonada - Capítulo 1280
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Capítulo 1280:
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Fue una provocación, una destinada a hacerla estallar.
La expresión de Allison se volvió gélida.
—¿Es eso cierto? —se burló, con sarcasmo en la voz—. Si él muere, yo no tardaré en seguirle los pasos.
—¿Tanto lo quieres?
—Está más allá de tu comprensión.
Verruckt no dijo nada.
Algo en sus palabras pareció afectarle. Sus ojos se oscurecieron, su expresión era indescifrable.
—Bien. Es cierto que nunca podré entenderlo. Al momento siguiente, agarró la barbilla de Allison.
Luego, sin dudarlo, se inclinó y la besó.
Verruckt estrelló sus labios contra los de ella, su beso casi salvaje, impulsado por una fuerza incontrolable. Su rostro estaba ensombrecido por una oscura y asesina intención, y Allison no tenía ninguna duda: si hubiera querido, podría romperle el cuello fácilmente. Sin embargo, él la besó con una pasión indómita y temeraria. El calor se enroscó en ella, asfixiándola y aferrándose como algo fundido, pegajoso e ineludible.
—Estás loco.
Ella levantó la mano, lista para golpear, pero Verruckt fue más rápido. En un abrir y cerrar de ojos, sus dedos se enredaron en su cabello, tirando de su cabeza hacia atrás para profundizar el beso. Sus largos mechones se enredaron en sus dedos más fuertes mientras él agarraba la parte posterior de su cabeza, manteniéndola en su lugar con una fuerza inquebrantable. No se detuvo, no hasta que el fuerte sabor de la sangre se filtró entre sus labios.
Verruckt gruñó, con los ojos ardiendo de una furia hirviente e indescifrable.
En ese momento, la mirada de Allison se dirigió hacia el plato que tenía junto a ella. Con un movimiento desesperado de la mano, lo tiró al suelo.
¡Crac!
La porcelana se hizo añicos contra el suelo, y los fragmentos se esparcieron en todas direcciones. Allison agarró un fragmento irregular y lo lanzó hacia Verruckt. Con un golpe sordo, el fragmento le cortó la piel, pero nunca llegó a su pecho. Verruckt lo había atrapado entre sus dedos, evitando que le hiciera daño de verdad.
Su otra mano se aferró a su muñeca, con un agarre de tornillo.
«¿Intentas matarme?», dijo sin expresión, arrastrando la lengua por sus labios, saboreando la sangre que aún quedaba allí. El sabor metálico se extendió por su lengua.
Una inquietud inquieta se apoderó de él en el momento en que recuperó el control. Ni siquiera podía entender por qué la había besado justo ahora, cuando debería haber acabado con su vida sin dudarlo. La comprensión oscureció su rostro, su mandíbula se tensó en una furia silenciosa.
«Sra. Clarke, deje de forcejear. Es inútil». Era un hombre que siempre se llevaba lo que quería. Y en ese momento, lo único que veía era a ella.
Incluso sabiendo que eran enemigos acérrimos, unidos por la sangre y la venganza, seguía sin poder reprimir el impulso primario de reclamarla, tan fuerte como su deseo de matarla. Su mirada recorrió sus rasgos. Sus pestañas rizadas, la furia silenciosa grabada en su expresión en blanco, la forma en que sus labios, manchados de sangre fresca, parecían rosas aplastadas.
Era su marca la que los manchaba.
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