Los Secretos de la Esposa Abandonada - Capítulo 1274
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Capítulo 1274:
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Ese era el mayor problema: su resistencia.
Podía oír cómo se acercaban los mercenarios. Sin perder el ritmo, apuntó a las luces del techo y disparó.
¡Bang! Las bombillas se hicieron añicos, sumiendo el espacio en la oscuridad. Como era de esperar, los hombres se detuvieron inmediatamente, con los ojos parpadeando vacilantes mientras escudriñaban las sombras en busca de movimiento. El hombre del traje sabía que Allison probablemente estaba agotada.
Soltó una risa fría. «Señora Clarke, se ha quedado sin fuerzas, ¿verdad?».
Mientras hablaba, señaló con la mano a los hombres que estaban detrás de él. Les hizo una señal para que rodearan a Allison.
Allison podía oír cómo se acercaban sus pasos.
Solo le quedaba una opción: luchar de frente.
En cuanto el pensamiento se formó en su mente, actuó.
«Tengo fuerzas o no, lo veréis vosotros mismos».
Dicho esto, salió disparada de detrás del pilar y disparó en rápida sucesión a sus posiciones.
¡Bang! ¡Bang! ¡Bang!
Cada disparo iluminaba la oscuridad en fugaces ráfagas de fuego.
El hombre del traje reaccionó al instante, dándose cuenta de su plan.
«¡Muévete más rápido! ¡Mátala ahora!».
El pánico brilló en su voz mientras apuntaba directamente a ella.
Sus ojos se encontraron por una fracción de segundo antes de que se enzarzaran en un brutal intercambio de disparos.
Pero cuando se dio cuenta de lo que estaba pasando, ya era demasiado tarde.
Allison disparó el último tiro. El hombre del traje lo sintió: una bala que atravesaba el aire, apuntando directamente a su cráneo.
No tuvo tiempo de reaccionar. Golpeó el suelo con un fuerte estruendo, con los ojos muy abiertos por la conmoción.
«Tú…».
Las palabras nunca llegaron.
Murió con remordimientos aún en la garganta.
Y Allison se había quedado sin balas.
Los mercenarios restantes se dieron cuenta inmediatamente de lo que estaba pasando y rápidamente la rodearon.
«¡Se ha quedado sin munición! ¡Matadla!».
Un repentino y ensordecedor estruendo resonó en el aire.
Mientras el enjambre de mercenarios se acercaba, Allison ya había arrojado la daga que empuñaba, golpeando al hombre que acababa de hablar. La hoja se hundió en su garganta.
La sangre brotó en un arco violento, tiñendo el aire de carmesí.
«¡Mátala! ¡Ahora!», gritó alguien.
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