Los Secretos de la Esposa Abandonada - Capítulo 1176
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Capítulo 1176:
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Fuera, sin embargo, Hoyt y Melany ya habían empezado a atacarse.
«¡Melany, eres una descarada!», espetó Hoyt enfadado. «¡Tú fuiste la que me sedujo y luego te diste la vuelta y me traicionaste advirtiendo en secreto a Kellan!».
—¡Deja de señalar sin pruebas, Hoyt! ¡Tú eres el que me ha echado toda la culpa! —espetó Melany, con voz aguda de ira. Podía sentir que la tormenta se estaba gestando una vez más, pero a pesar de la furia que hervía bajo la superficie, apretó los dientes y se obligó a mantener la compostura.
—Hoyt, si sigues por este camino, Brook sin duda se enterará cuando las cosas se salgan de control.
Al mencionar a Brook, Hoyt se quedó en silencio, su rabia sofocada por el momento. Pero su expresión seguía siendo una máscara congelada, su ira aún bullía justo debajo de la superficie, como una nube de tormenta que se acumula en el horizonte.
«Zorra, recuerda mis palabras», siseó, con la voz llena de veneno. «¿Crees que puedes escapar sin afrontar las consecuencias después de traicionarme?».
«¿Yo te traicioné?», se burló Melany, una risa fría escapando de sus labios. «¡Simplemente estoy buscando una salida!».
Su corazón ardía de odio por Allison; si Melany pudiera, la destrozaría con sus propias manos. Pero ahora mismo, mantener a raya a Hoyt era su máxima prioridad.
Melany sabía que no debía desafiarlo, especialmente ahora, cuando su orgullo había quedado tan destrozado.
La idea de las acciones íntimas de Hoyt con la vagabunda en el salón le ponía la piel de gallina. El fugaz asco en su rostro no pasó desapercibido para Hoyt.
—¿Estás disgustada conmigo? —gruñó, entrecerrando los ojos con un brillo peligroso—. ¿Has olvidado cómo acabaste en mi cama, Melany?
Hoy no le había salido nada bien y Melany era la única válvula de escape para su frustración. Ella era su saco de boxeo, el blanco de su ego herido.
Hoyt desató su furia sobre ella con un abandono temerario, pero aún así no fue suficiente para satisfacer su rabia.
Mientras hablaba, su puño se balanceó en su dirección. «¡Ya que te atreves a traicionarme, vete al infierno!».
Su rabia estalló, salvaje e indomable, como un animal al borde de la locura. Se abalanzó sobre ella, con las manos alrededor de su cuello, con la intención de estrangularla hasta quitarle la vida.
El terror persistente del agarre asfixiante de Kellan provocó la reacción instintiva de Melany.
Evitó el golpe a un lado, susurrándose a sí misma que no debía discutir con un loco.
—Hoyt, lo has entendido todo mal —dijo ella, levantando la vista con falsas lágrimas asomando por los ojos—. Los dos hemos caído muy bajo. ¿De verdad tenemos que destruirnos el uno al otro?
Su mano se deslizó suavemente por su vientre, sus ojos brillaban con una falsa vulnerabilidad—. La razón por la que estoy tratando de encontrar una salida… es por este niño. Sé que nunca te han gustado los niños.
—¿Y qué tiene que ver tu embarazo conmigo? —espetó Hoyt, sin molestarse en ocultar su desdén—. No creas que te lo voy a poner fácil solo porque estés embarazada.
Melany comprendió que la sutileza no iba a servir. La furia de Hoyt nublaba su juicio, y un enfoque directo era su única oportunidad.
Dejó que las lágrimas fluyeran libremente, su voz temblaba mientras hablaba. «¿Por qué crees que este niño no tiene nada que ver contigo?». Efectivamente, el enfoque más suave funcionó.
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