Los Secretos de la Esposa Abandonada - Capítulo 1165
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Capítulo 1165:
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«Nunca lo hubiera imaginado… ¿A Hoyt le gustan los hombres?».
La ira de Fabian, que ya estaba hirviendo a fuego lento, ahora se desbordó. Sus sospechas se confirmaron; era Hoyt.
—Allan —ladró, con una voz tan fría como el hielo—, no pierdas más tiempo. ¡Sácalos a los dos!
La descarada exhibición de Hoyt fue una flagrante afrenta a la autoridad de Fabian, un acto de desafío que nadie podía tolerar.
—¡Sí, señor! —respondió Allan sin dudarlo.
Al entrar en la habitación con una expresión inquebrantable, Allan se dirigió a Hoyt. Sin dudarlo, levantó la mano y le dio una bofetada que resonó como el chasquido de un látigo, dejando la habitación en un silencio atónito. El labio de Hoyt se partió por la fuerza, y la sangre le goteó por la barbilla.
Los pensamientos de Hoyt se aclararon después de la bofetada, aunque su primera reacción fue maldecir en voz alta. «¿Te atreves a ponerme la mano encima? ¡Me has pegado de verdad! Hoyt se agarró la mejilla que le había escocido, y el dolor agudo atravesó la neblina que nublaba su mente.
—¿Sabes siquiera quién soy? —espetó, con voz llena de indignación.
Pero Allan no se inmutó. La identidad de Hoyt no le importaba. Actuaba únicamente siguiendo las instrucciones de Fabian.
«No importa quién seas. Vuelve a vestirte», dijo Allan. Su tono era firme y educado, pero sus palabras tenían un matiz inconfundible. «Si tengo que repetírtelo, lo siguiente que te espera no será tan leve como una bofetada», añadió, y su voz tranquila enmascaraba una amenaza velada.
Por aquel entonces, Hoyt estaba completamente alerta.
—¿Qué quieres decir? —preguntó Hoyt con voz inestable.
Sus ojos se desplazaron hacia abajo en cámara lenta, su expresión aún aturdida. Se dio cuenta de que apenas estaba vestido. Debajo de él yacía un vagabundo desaliñado. El rostro de Hoyt ardía de humillación.
Por un momento, sus pensamientos se congelaron por completo.
Un timbre penetrante llenó su cabeza, ahogando todo lo demás. Parecía como si el mundo se hubiera quedado en silencio.
¿No era Allison la persona que yacía debajo de él?
¿Cómo se había convertido Allison en este vagabundo asqueroso?
El vagabundo se puso en pie tambaleándose, intentando vestirse a tientas. Sus ojos se dirigieron hacia la puerta presa del pánico.
«¡Por favor, déjame ir! ¡Yo no quería nada de esto!», suplicó.
Con un fuerte golpe, el hombre cayó de rodillas.
«¡No fui yo! ¡Él es quien me obligó a bajar! ¡Yo no tuve nada que ver!».
La voz del vagabundo se alzó, temblando de ira. Su rostro se retorció de frustración. Le habían prometido que una hermosa mujer lo esperaba adentro. En cambio, lo habían metido en este lío con un hombre.
Y ahora, se daba cuenta de que se había metido con alguien poderoso. Si no podía limpiar su nombre, sabía que su vida podría estar en grave peligro.
La gente que observaba desde el salón se quedó atónita y en silencio por un momento antes de murmurar con incredulidad.
«Vaya, nunca pensé que Hoyt sería el que estuviera encima», susurró alguien, apenas capaz de contener la risa.
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