Los Secretos de la Esposa Abandonada - Capítulo 1104
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Capítulo 1104:
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El pensamiento hizo que sus labios palpitaran de frustración.
«¡Maldito Kellan!».
Esa bofetada había sido demasiado fuerte.
Unos diez minutos después, Allison pulsó el timbre.
Con un movimiento elegante, colocó su creación, oculta bajo un paño negro, en el plato giratorio. Los invitados, ansiosos y curiosos, se reunieron a su alrededor expectantes.
Con un ademán elegante, levantó el paño, y la sala quedó en un silencio atónito mientras todos comenzaban a estudiar su diseño con gran atención.
Ante ellos había un par de zapatos de tacón puntiagudo de satén negro.
Sorprendentemente, los zapatos carecían de adornos evidentes; en su lugar, delicadas cintas de seda negra fluían desde las aberturas de encaje.
Allison había atado las cintas en lazos suaves y fluidos en el empeine y el tobillo, dando a los zapatos una calidad ligera y etérea. El diseño era simple, pero innegablemente sofisticado.
Evocaba una conexión inmediata con la belleza atemporal de las zapatillas de ballet.
Aunque no tenían características elaboradas ni diseños grandiosos como los de Abram, la elegancia de estos zapatos era simplemente impresionante.
«No sé por qué, pero al ver estos zapatos girando suavemente en el tocadiscos, no puedo evitar imaginar a su dueña como una dama elegante y digna», comentó un invitado.
«De hecho, casi puedo imaginarla con un vestido negro, bailando con gracia El lago de los cisnes en su tiempo libre», añadió otro.
«Es tan hermoso… que las palabras no parecen captar su esencia». En ese momento, los invitados parecieron despertar de su ensoñación.
Entonces, estallaron en aplausos al unísono.
«¡Esto es una obra maestra!», exclamaron.
Sus elogios carecían de las habituales críticas puntillosas o triviales, pues estaba claro para todos que este diseño resonaba con una profunda armonía estética, sin dejar lugar a la culpa: absolutamente impecable.
La admiración que sentían era la máxima forma de reconocimiento para la diseñadora.
«Gracias a todos por vuestras amables palabras», respondió Allison con un ligero asentimiento, con una compostura inquebrantable.
Permaneció tranquila, acostumbrada como estaba a la intensidad de tales competiciones.
Cuando su mentor la entrenó para ser agente especial y asesina, bromeó diciendo que los dedos de los niños eran los más fáciles de entrenar.
Quizá el talento influyera, pero lo que más se le quedó grabado fueron las innumerables horas de duro trabajo, esos esfuerzos minuciosos que se habían convertido en algo natural.
Así que cuando Allison cogió las tijeras, su experiencia fluyó a la perfección en su proceso de diseño, y cada movimiento fue un reflejo de su pericia.
Mientras tanto, Abram sintió que la presión aumentaba al ver que la mayoría de los presentes apoyaban a Allison. Ansioso por recuperar el protagonismo, se dirigió al escenario.
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