La Venganza de la heredera - Capítulo 258
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Capítulo 258:
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«¿Qué sabes de ese lugar?».
Sandra respondió: «Antes no sabía mucho, pero…».
Wesley ya había apretado el puño. ¿Cuántas veces había estado allí?
Realmente sabía cómo divertirse.
«Confía en mí. Esta noche, sin duda, haré que merezca la pena».
Mientras hablaba, su rostro lucía una brillante sonrisa.
La ira de Wesley hervía en su corazón mientras luchaba por mantener su fría actitud.
«Eso espero».
«Te garantizo que después de ir una vez, querrás volver por segunda vez».
Un volcán de ira estalló en el corazón de Wesley.
Sandra aceleró el coche, ya que no era hora punta, y llegaron a un spa.
Cuando Wesley salió del coche, su rostro se oscureció. Muy bien. Podría denunciarlo como ciudadano moral y hacer que todos vieran la verdadera naturaleza de este spa.
Un cliente salía del interior.
La camarera le preguntó educadamente: «¿Qué tal ha sido su experiencia esta vez?».
El cliente sonrió: «Ha sido increíble, volveré la próxima vez».
Después de despedir al cliente, la camarera se fijó en Sandra y Wesley.
Sandra sacó una tarjeta dorada negra. «Dos personas».
Wesley ya no pudo contener su ira y preguntó: «¿Tú también vas a venir conmigo?».
Sandra se quedó sorprendida. «¿Quieres disfrutarlo tú solo y dejarme esperando a un lado?».
«Somos compañeros que luchamos juntos, y ahora deberíamos compartir esto juntos, ¿no?».
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La camarera dijo: «Pueden disfrutar del servicio SVIP de esta noche».
La camarera quiso preguntarle a Wesley qué quería, pero él parecía una montaña nevada.
En sus ojos parecía haber un atisbo de intención asesina.
Ella sintió como si cada célula de su cuerpo estuviera a punto de desgarrarse.
Sandra vio que Wesley no se movía.
«¿Es tu primera vez?».
Wesley dio un paso hacia el interior, como si eso pudiera demostrar que tenía experiencia. Sandra lo siguió.
Una vez dentro, empezó a dar instrucciones a las camareras.
Wesley observó sus hábiles movimientos y casi le crujieron los dientes.
Pronto, una camarera se acercó con una sonrisa estándar. «Señor, por favor, sígame».
Wesley no se movió, sino que miró a Sandra. «¿Y tú?».
Sandra dijo: «Yo voy a disfrutar del mío».
Wesley estaba a punto de volverse loco. ¡Menuda esposa!
Se dio la vuelta y entró en el ascensor con la camarera.
¡Esa noche destruiría ese nido obsceno!
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