La revancha de la increíble exesposa del CEO - Capítulo 437
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Capítulo 437:
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Finalmente, Karen aflojó el agarre al exhalar su último aliento, pero ya era demasiado tarde para Linda. Sus gritos de agonía llenaron el aire mientras el fuego la consumía. Durante unos minutos que parecieron una eternidad, las llamas lamieron su piel, quemándola y descamándola mientras se retorcía en el suelo, con el olor de su propia carne quemada llenándole la nariz.
Kris, Thalassa, Smoke y sus hombres salieron del almacén justo cuando las llamas rugían detrás de ellos. El calor del infierno proyectaba un resplandor inquietante en sus rostros.
Se detuvieron a una distancia segura, y cada uno de ellos se volvió para mirar el almacén envuelto en llamas. El corazón de Thalassa latía con fuerza, pero no solo por la carrera, sino por el grito espeluznante que rasgó el aire.
Linda.
El sonido le provocó un escalofrío y, instintivamente, se inclinó hacia Kris. Sintió cómo él la rodeaba con sus brazos, casi haciéndole daño. Se quedó rígido, con la mandíbula apretada, mientras miraba las llamas. No necesitaba ver su rostro para saber lo mucho que le estaba afectando ese momento. El grito continuó, aumentando de tono, y luego… silencio.
La ausencia de sonido era casi más fuerte que el propio grito. El crepitar de las llamas y el derrumbe de las vigas de madera del almacén llenaban el silencio. Thalassa miró a Kris, cuyo rostro permanecía impasible, pero sus ojos lo delataban.
«Kris…», susurró, con voz suave pero insegura.
Él no respondió. Todavía no. Su mirada permaneció fija en el almacén, con la mandíbula apretada. Solo cuando el techo comenzó a derrumbarse con un estruendo ensordecedor, finalmente la miró.
Finalmente, Kris se movió. Aflojó su agarre y la giró suavemente para que lo mirara. Le tomó el rostro entre las manos, acariciándole las mejillas con los pulgares mientras la buscaba desesperadamente con la mirada.
—¿Estás bien? —Su voz era áspera, apenas un susurro—. ¿Esos hombres te hicieron algo? ¿Linda los obligó…?
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Thalassa contuvo el aliento ante la pregunta. Las imágenes pasaron por su mente: las cuerdas clavándose en sus muñecas, las risas burlonas de los hombres mientras se acercaban y el momento desgarrador en el que se dio cuenta de lo que pretendían hacer. Tragó saliva con dificultad y apartó el recuerdo. Kris no necesitaba cargar con esa culpa además de todo lo demás.
Ella negó con la cabeza con firmeza, obligando a su voz a mantenerse firme. «No. No me hicieron nada».
El alivio en el rostro de Kris fue inmediato y abrumador. Sus hombros se hundieron mientras exhalaba bruscamente.
«Gracias a Dios», susurró. Apoyó la frente contra la de ella y su voz se redujo a un murmullo entrecortado. «No te imaginas el infierno por el que pasé cuando me di cuenta de que te habían secuestrado. Thalassa, lo siento mucho.
No debería haberte dejado sola. Debería haber…».
«Hiciste lo que tenías que hacer», le interrumpió ella suavemente, acariciándole el rostro con las manos. Sus pulgares imitaron los movimientos de él, rozándole los pómulos. «Estabas cuidando de tu hija. Aunque te hubieras quedado, no habrías podido hacer gran cosa».
«Pero…».
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