La revancha de la increíble exesposa del CEO - Capítulo 403
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Capítulo 403:
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Ante la revelación de Rita, Kris tragó saliva con dificultad debido a la opresión que sentía en la garganta. Pensó que debería sentir conmoción o ira, pero no fue así. Ni siquiera decepción.
Lo único que sentía era una tristeza abrumadora y un dolor vacío en el pecho que le dificultaba respirar. En el fondo, lo sabía. Sabía que su madre estaba detrás de todo. Pero ¿era demasiado pedir que su madre demostrara por una vez que no era un monstruo? ¿Hasta dónde iba a llegar Linda?
Apretó la mandíbula mientras miraba el frágil cuerpo de Rita, con la piel pálida y la respiración superficial.
—Lo siento —susurró, con la voz quebrada por el peso de su culpa. Se acercó y, tras dudar un instante, le rozó suavemente la mano—. Lo siento mucho. No te merecías esto. Nada de esto. Te prometo que haré justicia por ti.
Rita abrió ligeramente los ojos, con la mirada nublada pero aún cálida. Le dedicó una leve sonrisa y le susurró con voz ronca: «¿Por qué te disculpas, tonto? Nada de esto es culpa tuya».
Kris parpadeó y apretó los labios mientras intentaba mantener la compostura.
«Nadie», continuó Rita, con la voz temblorosa por el esfuerzo, «debería cargar con los pecados de otro. No… dejes que eso te pese, Kris. Por favor».
Thalassa, por su parte, vibraba con la fuerza de la rabia que hervía en su interior, pero podía lidiar con eso más tarde. No delante de Rita en un momento tan crucial.
Su corazón se rompía de nuevo cada vez que Rita hablaba, con su voz tan débil y frágil. Cada palabra parecía llevarse consigo una parte de su fuerza.
La mirada de Rita se desplazó hacia Thalassa, y sus labios temblaron en una leve sonrisa. «¿Y Karen?».
Thalassa dudó, con la voz apenas audible. «Bridget intentó llamarla… muchas veces. No responde».
A Rita se le escapó una débil risa, seguida de una tos que sacudió su frágil cuerpo. Hizo una mueca de dolor y susurró: «Quería… pedirte que la trajeras aquí. Pero dudo que llegue a tiempo. Probablemente ya haya muerto para entonces».
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«No digas eso», dijo Thalassa con voz ronca, cada vez más incapaz de contener sus emociones. «Por favor, no hables así. No vas a ir a ninguna parte, mamá. Vas a superar esto».
La sonrisa de Rita se desvaneció y sus párpados se cerraron ligeramente. «Ay, mi niña… Conozco mi cuerpo. Está cansado. Está… listo». Su respiración se volvió más lenta, su voz casi un susurro. «No te preocupes. He hecho las paces… Solo me alegro… de que estés aquí».
Thalassa no pudo soportarlo más. Su rostro se desmoronó mientras nuevas lágrimas corrían por sus mejillas. Se inclinó más cerca, con la voz temblorosa, y susurró: «No quiero que te vayas. Te necesito, mamá. Te necesito».
Rita levantó débilmente la mano y acarició la mejilla de Thalassa con los dedos. «Siempre estaré contigo», murmuró. Sus labios temblaron en una leve sonrisa. «Pero… hay una cosa que lamento».
Thalassa frunció el ceño y se inclinó hacia ella. «¿Qué es?».
«No haber conocido nunca a mi nieto».
Thalassa apretó los labios, sintiendo una punzada de culpa en el corazón, al recordar lo emocionada que estaba Rita dos días antes por conocer por fin a Alex.
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