La revancha de la increíble exesposa del CEO - Capítulo 292
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Capítulo 292:
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Todos estaban vacíos.
«No, no, no», susurró, sintiendo cómo el pánico la invadía.
Tiró la ropa a un lado, registró las estanterías y miró detrás de todo, con la desesperada esperanza de que la bolsa se hubiera deslizado fuera de su sitio. Pero no estaba allí.
Su mente daba vueltas. ¿Dónde estaba? Sabía que la había escondido en ese cajón. No era un error. Alguien la había cogido.
En un instante, Karen salió corriendo del armario y bajó las escaleras. Sus ojos se movían frenéticamente hasta que vio a Bridget a punto de volver a la cocina.
«¡Bridget!», siseó Karen, manteniendo la voz baja para no despertar a su madre. Agarró a Bridget por el brazo, apretándolo con tanta fuerza que la criada se estremeció.
«¿Dónde está la bolsa que has cogido de mi armario?».
Era su ventaja sobre Linda. Su única ventaja. No podía perderla.
Bridget abrió mucho los ojos, sorprendida. —¿Qué? ¡No he cogido nada de tu armario! —tartamudeó, negando con la cabeza.
«¡No me mientas!», espetó Karen, apretando con más fuerza. «Tú fuiste la única que me vio traer la bolsa. ¡Dime dónde está!».
«Déjala ir». De repente, se oyó una voz atronadora.
Karen se giró y vio a su madre bajando las escaleras, con una expresión tranquila pero severa.
«Bridget no ha cogido nada», dijo su madre, con evidente decepción en los ojos mientras miraba a Karen. «Yo la cogí. Tengo todas las pruebas que intentabas ocultar».
A Karen se le hizo un nudo en el estómago. No. No. No.
El corazón de Karen latía con fuerza en su pecho, cada latido más fuerte mientras miraba a su madre. «Mamá, ¿qué quieres decir con que tienes la bolsa? ¡No tenías derecho a sacarla de donde estaba guardada bajo llave!».
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Rita bajó las escaleras lentamente, sin apartar los ojos de Karen. Su calma solo aumentaba el pánico de Karen.
«¿Por qué estás tan alterada?», preguntó Rita suavemente, con un tono de decepción en su voz.
«¿No me dijiste la última vez que no tenías nada que ver con ocultar las pruebas contra Linda?».
Karen tragó saliva cuando su madre se detuvo justo delante de ella. Su rostro estaba marcado por la amargura y sus ojos eran fríos mientras continuaba.
«Cuando viniste aquí y te pregunté si estabas involucrada, intentaste hacerme sentir culpable para que dejara el tema. Pero eso solo me hizo sospechar más». Los labios de Rita se curvaron en una sonrisa amarga. «Así que hoy, cuando Bridget mencionó la bolsa que trajiste aquel día, supe al instante de qué se trataba».
Karen giró la cabeza bruscamente y entrecerró los ojos mientras le espetaba a la criada: «¡Maldita chismosa!».
«¡No te atrevas a hablarle así a Bridget!», le advirtió Rita con severidad. «No es culpa suya que intentes proteger a una criminal».
Karen se volvió hacia su madre, con la frustración a flor de piel. «¡Dame la bolsa, madre! Por favor», exigió, con la voz temblorosa por la ira. «¿Dónde está?».
La mano de Rita se movió tan rápido que Karen no la vio venir. La bofetada resonó en la habitación y, por un momento, lo único que Karen pudo oír fue el zumbido en sus oídos. Se llevó la mano a la mejilla, con los ojos muy abiertos por la sorpresa.
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