La novia más afortunada - Capítulo 2138
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Capítulo 2138:
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Beal frunció el ceño y abrió los labios como para hablar, pero la mirada decidida de Brandon lo silenció.
El silencio entre Brandon y Beal era denso y tenso.
Después de unos momentos, Beal puso la mano en el hombro de Brandon. —Me estoy haciendo viejo, Brandon. Quiero que tengas más cuidado. Tu seguridad y la de Janet es lo más importante. Alexandra puede esperar.
Brandon entendió el tácito consentimiento de Beal. Sin embargo, Beal aún esperaba evitar conflictos hasta que Janet diera a luz, con el fin de mantenerse alejado de cualquier problema innecesario.
Brandon tampoco quería enfrentarse a Alexandra en ese momento, pero sus repetidas provocaciones no le dejaban otra opción. Por el bien de Janet, tenía que actuar de forma preventiva.
Con un profundo suspiro, Brandon le confió a Beal su sospecha de que la familia Barton había estado atacando deliberadamente a la familia Norris, secuestrando sistemáticamente a sus hijos.
—¿Estás insinuando que la familia Barton orquestó la desaparición de Janet cuando era niña? —Beal abrió los ojos con sorpresa y la ira corrió por sus venas. Las venas de su frente se hincharon y apretó los puños con tanta fuerza que crujieron.
—Es pura especulación. Aún no hay pruebas concretas —negó Brandon con la cabeza—. Pero Sonia, la hija de Mona, fue secuestrada por la familia Barton. Lo he comprobado.
Beal no había previsto que su visita matutina a Janet en el hospital le revelaría una noticia tan impactante y enfurecedora.
Si no fuera por su último vestigio de cordura, habría buscado venganza inmediata contra Alexandra en ese mismo instante.
Tras recomponerse con varias respiraciones profundas, Beal logró calmar su ira y dijo: —Sigue adelante con tus planes. Los recursos y el personal de la familia White están a tu disposición.
Brandon esbozó una sonrisa. Sabía que Beal apoyaba firmemente su decisión de tomar represalias contra Alexandra.
Dado que Beal estaba dispuesto a apoyarlo, Brandon no vio razón para negarse. —Gracias, Beal. No me detendré.
Mientras tanto, cuando Johanna y Janet bajaban las escaleras y se dirigían al jardín, se encontraron por casualidad con un grupo de personal médico que pasaba apresuradamente junto a ellas.
Dadas sus frecuentes visitas al hospital debido a su embarazo, Janet reconocía a la mayoría del personal médico del hospital. Sin embargo, este grupo le resultaba desconocido.
Perpleja al ver a más de diez personas en el equipo médico, Janet se volvió hacia una enfermera que estaba cerca y le preguntó: «¿Quiénes son?».
Echando un vistazo al equipo médico reunido, la enfermera le explicó: «Anoche ingresó una mujer de unos cincuenta años, aparentemente envenenada. Como el hospital carece de equipo especializado y personal médico, hemos pedido ayuda médica externa».
Envenenada…
Janet rápidamente ató cabos. Este equipo estaba allí por Mona.
Asintió con gratitud a la enfermera. —Entiendo. Gracias.
—De nada. Si necesita algo, no dude en avisarnos —respondió la enfermera con respeto.
Johanna, ajena a la situación, sugirió: —Mira, las flores de ahí están en plena floración. Vamos a verlas más de cerca.
—Claro. —Janet se recompuso y esbozó una leve sonrisa a Johanna.
Cuando Janet se dio la vuelta, algo la detuvo.
Una extraña sensación le hizo sentir como si alguien la estuviera observando desde atrás.
«¿Qué pasa?», preguntó Johanna al notar la expresión de inquietud de Janet.
Janet permaneció en silencio, se giró para mirar detrás de ella y se encontró con una mirada familiar.
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