La Luna de Miel - Capítulo 88
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Capítulo 88:
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Le quitaron la máscara a Candice.
Con un movimiento rápido, también se quitó el sombrero, dejando que su largo cabello cayera libremente.
Ahora Milton podía ver su rostro completamente.
Sintió que se le cortaba la respiración mientras la miraba, con sus rasgos atractivos reflejando la conmoción.
—¿Es usted su abogado? —preguntó con voz temblorosa. Su primer instinto fue ocultarle a Candice el embarazoso incidente.
El juez Fletcher intervino: —No, señor. Esta joven no es la abogada. Es la demandante, Candice Blake.
Milton tardó un momento en procesar la información. Lanzó una mirada penetrante al juez Fletcher, buscando confirmación.
«He verificado su identidad», continuó el juez Fletcher. «La demandante debe estar presente».
Fue como si un rayo hubiera golpeado a Milton.
Petrificado e incapaz de moverse, parecía congelado en ese momento.
Candice se convirtió en el centro de su mirada cuando se volvió hacia ella.
¿Era Candice Blake realmente Candy? ¿Eran la misma persona?
¿Era la misma mujer con la que se había acostado?
¿Y era también la chica de la cámara frigorífica de hacía diez años?
Los ojos de Milton revelaban una mezcla de emociones: conmoción, sorpresa, excitación y profundo arrepentimiento.
Sin apartar la mirada, siguió mirándola, como si la tensa atmósfera de la sala se le hubiera olvidado.
La mujer que tenía delante le resultaba familiar y desconocida a la vez.
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Poseía una belleza tranquila y una serenidad increíble. Mientras la observaba, sus llamativas cejas enmarcaban unos ojos llenos de conmoción y rabia, mientras sus labios temblaban.
Le quedó claro que estaba más que furiosa.
¿Qué podía haber hecho para provocar tal reacción en ella?
En su noche de bodas, le había quitado la virginidad y luego la había insultado aún más lanzándole un cheque.
«Aquí tienes diez millones. Coge esto y no vuelvas a aparecer delante de mí», le dijo con crueldad, esperando deshacerse de ella para siempre.
«Tómate la píldora del día después y lárgate de Ploville. Si haces alguna estupidez, te arrepentirás de haber nacido».
Habló sin pensar, tratando de zanjar el asunto de una vez por todas.
«Para acabar con esto ahora mismo, te daré mil millones. Es más que suficiente para que te gastes incluso en tu próxima vida. A cambio, solo te pido que olvides lo que pasó esa noche. No seas tan codiciosa y no vengas a amenazarme con un bebé. Si estás embarazada, abortarás, cueste lo que cueste. Aunque insistas en dar a luz, nunca será mi heredero».
Cada palabra que pronunciaba era como una navaja afilada que le atravesaba el corazón y le causaba un dolor indescriptible.
Lo que él no sabía era que ella no era la mujer que había visto junto a Greyson aquel día.
Había cometido un error al pensar que era ella. Nunca se le ocurrió que Candy era la mujer con la que se había acostado.
Le habían drogado el vino aquella noche, lo que le provocó delirios y visión borrosa. Como resultado, no pudo ver claramente su rostro.
En la lluviosa noche, miró a través de la ventana oscura, pero no logró ver su rostro.
Su voz era ronca la primera vez que se vieron, y el sonido de la lluvia casi ahogó su conversación la segunda vez, lo que le dificultó escucharla con claridad.
Era tan arrogante que no se molestó en descubrir su verdadera identidad.
Creía que el dinero podía resolver cualquier problema.
Aunque no quería admitirlo, en el fondo sabía que el sexo que tuvieron aquella noche fue fenomenal. Se perdió en el momento.
Aquella noche inolvidable quedó grabada en su memoria. Cuando se dio cuenta de que era ella, una oleada de alivio infinito inundó su corazón.
La terrible verdad había salido a la luz, pero no podía negar la felicidad que sentía.
Agarrándola emocionado por la muñeca, temblaba con el miedo de que ella pudiera desaparecer. Sosteniéndole la mano, no podía evitar temblar. Las mismas escenas se repetían una y otra vez en la mente de Candice.
En su noche de bodas, él la había torturado sin piedad.
El dolor insoportable que sintió la perseguiría para siempre.
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