La Luna de Miel - Capítulo 556
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Capítulo 556:
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Impotente, Candice vio cómo la mujer de mediana edad era atropellada por el camión. Su cuerpo salió disparado como una cometa rota, volando por los aires y cayendo al suelo.
Finalmente, el camión se detuvo, dejando profundas marcas de neumáticos en el suelo.
La mujer de mediana edad yacía sin vida en el paso de peatones, inmóvil.
La sangre comenzó a acumularse alrededor de su cuerpo, extendiéndose rápidamente. Candice observó el accidente de tráfico que se desarrollaba ante sus ojos.
Quería desesperadamente pedir ayuda, pero no podía articular palabra. Sus manos temblaban incontrolablemente, impidiéndole hacer una llamada de emergencia.
En ese momento, los recuerdos del accidente de coche de sus padres tres años atrás inundaron su mente. Era como si esas escenas pasadas se repitieran ahora ante sus ojos.
Candice quedó en estado de shock.
Ya no podía distinguir entre el presente y el pasado. La escena actual se fusionó con la de su pasado, difuminando los límites entre ambas.
Las imágenes del accidente de coche de hacía tres años seguían apareciendo en su mente.
El chirrido de los frenos, los gritos, los alaridos y el ulular de las sirenas de las ambulancias resonaban con viveza.
Los sonidos eran tan claros que le parecía que estaban justo a su lado, provocándole un dolor de cabeza repentino e intenso. Abrumada por el dolor, se tapó instintivamente los oídos, desesperada por bloquear esos sonidos angustiosos. Sabía que su trastorno de estrés postraumático estaba a punto de abrumarla.
Apenas podía respirar, se agachó y respiró de forma entrecortada e intensa. Se le oprimía el pecho, lo que le dificultaba cada vez más respirar. Gotas de sudor se formaron en su frente y su piel, antes porcelánica, se volvió pálida y sin color.
Se sentía asfixiada, al borde del shock. Mientras tanto, Milton aparcó el coche y se dirigió hacia el lugar donde Candice se había bajado momentos antes.
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Un fuerte chirrido de frenos en la distancia lo sobresaltó, lo que lo llevó a correr en esa dirección.
Al acercarse al lugar, se quedó desconcertado al ver a una persona tendida en un charco de sangre. Su conmoción y pánico se intensificaron.
Solo cuando se acercó y vio a una mujer de mediana edad en el suelo, logró recuperar la compostura y se obligó a mantener la calma. Al mirar a su alrededor, vio a Candice temblando violentamente, acurrucada en el arcén. Corrió hacia ella, consciente de que su trastorno de estrés postraumático estaba a punto de manifestarse.
Milton se apresuró a abrazar a Candice con fuerza.
«Candice, qué alivio que estés bien».
Su voz temblaba de miedo. No podía soportar imaginar que fuera ella la que yacía en el suelo, pero, afortunadamente, estaba ilesa.
Notó que temblaba incontrolablemente y la rodeó con sus brazos, tranquilizándola con palabras reconfortantes: «No tengas miedo. Todo irá bien. Estás a salvo». Sin embargo, su temblor no daba señales de remitir.
Con delicadeza, Milton la guió para que se tumbara sobre sus piernas mientras él se arrodillaba sobre una rodilla. La colocó con la espalda apoyada en sus piernas y le acunó la cabeza entre las rodillas.
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