La Luna de Miel - Capítulo 532
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Capítulo 532:
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Le costaba creer cómo Milton lograba supervisar tantas empresas al mismo tiempo. Realmente se merecía el título de hombre más rico.
Lo más importante era que una parte significativa de estas enormes empresas eran propiedad exclusiva de Milton, que poseía el 100 % de las acciones, sin que hubiera otros accionistas involucrados. Algunas eran propiedad conjunta de Milton y Erica, posiblemente debido a una fusión que involucraba a las empresas familiares de Erica.
Además, había empresas que eran propiedad exclusiva de Erica, incluidas aquellas con las que Candice había interactuado en relación con sus casos. Este hecho era difícil de comprender.
No era de extrañar que Bettina hubiera dicho una vez que nadie sabía realmente cuán rico era Milton. Tenía que ser una cifra astronómica. Candice dejó escapar un largo suspiro.
Cuanto más averiguaba sobre él, más se daba cuenta de lo distante que estaba de ella. Parecía una figura inalcanzable.
Mientras miraba fijamente las pilas de documentos que tenía delante, se mordió el labio con fuerza. Sabía que tenía que hacer bien su trabajo y controlar sus emociones.
Solo cuando tenía la mente despejada podía encontrar la calma. Sigrid, procedente de una familia aristocrática, era una mujer digna de la familia López.
¿Qué tenía Candice?
No sabía cuánto tiempo había pasado mientras leía los documentos. No se molestó en mirar la hora y poco a poco empezó a sentir sueño. Al final, no podía mantener los ojos abiertos. El café no le sabía bien, así que no lo había bebido. Se obligó a mantenerse concentrada y siguió examinando los libros de contabilidad.
Sin embargo, el cansancio acabó por vencerla y se recostó lentamente en el sofá para descansar.
Mientras tanto, Milton estaba enfrascado en una larga discusión con los directores sobre un plan complejo. Cuando salió de la sala de reuniones y miró su reloj, se dio cuenta de que era tarde. Se preguntó si Candice seguiría en su oficina.
La iluminación del pasillo de la última planta se había atenuado, creando una atmósfera tranquila con su suave resplandor amarillo. Las secretarias habían terminado su trabajo y se habían marchado.
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Aunque la puerta de su oficina estaba cerrada, las luces del interior seguían encendidas, visibles a través de las persianas.
Candice aún no se había marchado.
Con una leve sonrisa, admiró su inquebrantable dedicación incluso a esas horas tan tardías, mientras trabajaba diligentemente hasta bien entrada la noche.
Abrió la puerta con cuidado y entró en la habitación. Para su sorpresa, descubrió a Candice dormida plácidamente entre una pila de libros de contabilidad, con un aspecto increíblemente adorable.
Parecía tener un poco de frío, así que se cruzó los brazos sobre el pecho y se acurrucó, con la cabeza apoyada en una pila de libros de contabilidad y un libro en la mano. La mesa estaba llena de notas esparcidas.
Milton se acercó lentamente, acostumbrado a la visión de su rostro dormido.
Cada vez que veía su figura dormida, no podía evitar quedarse maravillado, especialmente por su largo y sedoso cabello que caía en cascada sobre su pecho, invitando a soñar despierto con su cautivadora figura. Cada vez le resultaba más difícil contenerse.
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