La Luna de Miel - Capítulo 278
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Capítulo 278:
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De repente, se arrepintió de haber prometido no hacerle nada. De hecho, nunca había querido hacer esa promesa. Temía no poder cumplirla, especialmente con ella delante de él, con una pierna apoyada en una silla y las caderas ligeramente inclinadas hacia atrás.
Ella comenzó a sorber los fideos con entusiasmo, cada movimiento irradiando una tentación infinita.
Sus acciones destrozaron su fuerza de voluntad y su razón, dejándolo luchando por controlar sus deseos.
Rápidamente apartó la mirada y se sentó frente a ella, respirando profundamente para calmarse.
Candice se sentó a disfrutar de los fideos instantáneos. Le sorprendió gratamente lo mucho que sabían a un plato gourmet. Las finas lonchas de ternera eran increíblemente tiernas y, combinadas con el queso, estaban simplemente deliciosas.
Mientras tanto, la atención de Milton seguía fija en Candice. A pesar de haberse dado una ducha fría antes, sentía cómo el calor se extendía por todo su cuerpo.
Mientras daba unos bocados a los fideos, le costaba concentrarse.
Candice se dio cuenta y frunció el ceño. —¿No quieres comer? No lo desperdicies. Si no lo quieres, dámelo.
Después de decir esto, rápidamente le quitó el bol a Milton.
Ella siguió comiendo, sintiéndose más hambrienta con cada bocado: la comida estaba simplemente deliciosa.
Además, Milton se había bebido su agua, así que era justo que ella se comiera sus fideos.
Milton se quedó sin palabras. ¿Quién había dicho que no quería comer? Después de jugar al golf y gastar tanta energía, estaba hambriento. Se había pasado todo el rato mirando a Candice y comiendo lentamente.
Candice se sintió realmente satisfecha después de cenar. Se aseguró de lavar todos los platos y limpiar la cocina, como debe hacer cualquiera que no sepa cocinar.
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Además, Milton era un maniático del orden, así que Candice se esforzó al máximo y limpió los platos tres veces. Quería asegurarse de que todo quedara impecable.
Después de terminar en la cocina, Candice volvió al salón.
Milton ya estaba allí, sentado en el sofá con sus largas piernas cruzadas. Parecía tan elegante y noble, con un delgado ordenador portátil en el regazo, la mano izquierda apoyada en la frente y la derecha sosteniendo el ratón.
Parecía estar buscando información. Candice no pudo evitar echar un vistazo a la pantalla. Las páginas estaban todas en un idioma extranjero.
Candice se acomodó en el sofá, tratando de poner algo de distancia entre ella y Milton. En secreto, quería pedirle prestado el portátil.
Por las tardes, Candice prefería mantenerse ocupada con el trabajo: escribir documentos, enviar correos electrónicos y revisar materiales. Eso le ayudaba a no perderse en sus pensamientos.
Desde que murieron sus padres, Candice le tenía mucho miedo a la noche.
Cada noche, cuando se encontraba sola en una habitación vacía, la invadía una abrumadora sensación de soledad. En este mundo, no tenía a nadie en quien confiar más que en sí misma.
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