La Luna de Miel - Capítulo 268
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 268:
🍙 🍙 🍙 🍙 🍙
Al oír esto, Candice se quedó impactada. Se mordió el labio. Acababa de desperdiciar tres golpes de una vez.
¡Maldita sea! Si tan solo supiera cómo jugar a este estúpido juego. ¿Por qué insistieron en hacer una competición e incluirla?
Con expresión descontenta, Candice volvió a levantar el palo.
En ese momento, Milton se acercó por detrás y le susurró: «No te preocupes. Te enseñaré. Debes levantar un poco la muñeca».
Mientras le daba instrucciones, Milton levantó el brazo de Candice y le sujetó el codo, corrigiendo su postura.
—Tienes que sujetar la mano así y doblar ligeramente las rodillas.
Mientras le enseñaba, Milton le puso las manos suavemente en las caderas y la guió hacia abajo.
Se acercaron hasta que su cuerpo presionó la espalda de Candice. A través de la ropa fina, ella sintió su calor, que hizo que su mente se descontrolara.
En el momento en que se dio cuenta de que estaba perdiendo la concentración, instintivamente intentó apartarse.
«No, no te muevas», susurró Milton en voz baja.
Su voz grave era embriagadora.
Candice se estabilizó y no pudo evitar mirarlo.
«Concéntrate», le recordó Milton. «Los pies deben estar separados unos centímetros, así».
Su rostro estaba tranquilo, pero había una sutil autoridad en su tacto.
Mientras continuaba, deslizó su pie entre los de ella y los separó suavemente, dándole más equilibrio y estabilidad.
Un gesto tan íntimo parecía cargado de un significado ambiguo.
Capítulos actualizados en ɴσνє𝓁α𝓼4ƒαɴ.c♡𝗺 sin censura
En cuanto lo hizo, Candice se quedó paralizada. Una sensación eléctrica le recorrió el cuero cabelludo, dejándola entumecida. Se sentía extremadamente incómoda.
Temblaba, pero luchaba por ocultarlo.
¡Maldita sea! Pensó que estaba coqueteando a propósito.
Estaba tan cerca, haciendo movimientos que podían malinterpretarse fácilmente, susurrándole con esa voz peligrosamente seductora. Ni siquiera una virgen podría resistirse a un comportamiento tan irresistiblemente encantador.
Sin embargo, Milton no se detuvo. En cambio, sus manos se movieron desde sus caderas, acariciándole la espalda mientras le corregía la postura. Cada lugar que tocaba encendía un fuego de deseo en Candice que casi le hacía fallar las rodillas.
En ese momento, ya no tenía ganas de jugar al golf.
Milton controlaba por completo sus sentidos.
Ella lo miró con ira.
Pero no había nada inusual en el rostro de Milton, solo una intensa concentración.
—Muy bien, eso es. Relájate, balancea el palo y sigue el movimiento. No lo pienses demasiado. Deja que la gravedad haga su trabajo —dijo Milton, soltándola y retrocediendo para esperar mientras ella se preparaba para golpear.
.
.
.