La Luna de Miel - Capítulo 24
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Capítulo 24:
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Cuando Milton tomó asiento, firmó apresuradamente el documento que había abandonado momentos antes.
Raúl empujó el documento firmado hacia Candice y le preguntó: «Candy, en caso de que haya una queja por la caída del teléfono, ¿nos harías el honor de representarnos también?».
Raúl miró con el ceño fruncido a Milton, que no parecía preocuparse por las posibles consecuencias de dejar caer algo desde el edificio.
«De acuerdo». Candice no pudo evitar reírse de la situación. Sabía que era más que capaz de manejar un caso así.
Raúl sugirió entonces con descaro: «¿Quizás podrías ser la asesora legal personal del Sr. López, eh?».
Con el carácter problemático de Milton, siempre necesitaría ayuda legal.
Raúl necesitaba ayuda para poner las cosas en orden.
Milton miró fríamente a Raúl, preguntándose por qué necesitaría un abogado privado.
«Lo siento, pero no ofrecemos esos servicios», respondió Candice educadamente.
Bettina llegó en ese momento. «Disculpen. Había mucho tráfico. Siento llegar tarde. ¿Han firmado el contrato, verdad?».
Candice se levantó y presentó a los dos hombres. «Este es el Sr. Milton López y este es el Sr. Raúl Hinks».
¡Bettina no pudo evitar sentirse cautivada por los rasgos llamativos de Milton!
Mientras estaba sentado junto a Milton, el atractivo físico de Raúl quedaba eclipsado por el de él.
Raúl se levantó. Él era quien había contactado con Bettina en primer lugar. Le tendió la mano de forma amistosa y dijo: «Hola, señorita Reeves».
Candice se levantó y dijo: «Siéntate, Bettina. Tengo que irme pronto, así que creo que me sentaré en el asiento del pasillo».
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Dicho esto, se hizo a un lado.
Bettina estrechó la mano de Raúl.
Justo cuando estaba a punto de sentarse, estiró deliberadamente el pie y tropezó con Candice.
Candice perdió el equilibrio, ya que no estaba prestando atención.
Estaba a punto de caer sobre Milton.
Milton instintivamente la sujetó por su esbelta cintura.
No pudo evitar abrazarla.
Luego se derrumbó en el suelo, aún sujetándola.
En un extraño giro del destino, sus labios se encontraron brevemente, pero se separaron con la misma rapidez.
Los labios de Candice eran tan suaves como el terciopelo.
Milton sintió como si una descarga eléctrica le recorriera el cuerpo por el contacto inesperado.
Estaban tan cerca que el hermoso y sedoso cabello de ella le cayó sobre el pecho.
El aroma de su perfume le inundó las fosas nasales, despertando en él una sensación familiar. Le recordó a la mujer con la que se había acostado la otra noche.
Por un momento, el tiempo pareció detenerse.
Se miraron a los ojos. Los ojos de Candice estaban llorosos.
Provocaron un peculiar destello en los profundos ojos de Milton.
La mente de Candice se quedó en blanco. ¡Dios! Era un maniático del orden. ¿Ahora tendría que deshacerse de todo lo que llevaba puesto hoy?
Y lo que era peor, acababa de besarle los labios momentáneamente.
Raúl estaba desconcertado. Desde su posición privilegiada, vio claramente que, después de darse la mano, Bettina había hecho tropezar deliberadamente a Candice.
¿Qué demonios estaba pasando?
¿Por qué no podía entender la situación?
Bettina se echó hacia atrás, cogió un vaso de zumo y se puso a observar el caos que había provocado.
El momento de incomodidad se prolongó un poco más.
Finalmente, Milton rompió el incómodo silencio.
—¿Quieres que te siga sujetando?
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