La Luna de Miel - Capítulo 226
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Capítulo 226:
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Pero ahora no podía retirar esas palabras.
Frustrada e inquieta, Candice se pasó los dedos por el pelo.
¿Qué debía hacer? No podía volver allí y suplicarle a Greyson que le diera la patente, ¿verdad?
Aunque la fórmula había sido creada originalmente por su madre, Greyson era quien había desarrollado el medicamento y había realizado las mejoras químicas necesarias. Su madre podría haberlo concebido, pero Greyson lo había convertido en lo que era ahora. Era justo que Greyson compartiera la patente, ¿no?
Así que Candice se dio cuenta de que no podía conseguir la patente por vías legales sola.
Se paró al lado de la carretera, esperando a que el semáforo se pusiera en verde.
De repente, su teléfono pitó.
Lo sacó y vio un mensaje de WhatsApp de Milton.
«Lo siento».
Frunció el ceño. ¿Por qué lo sentía? Él no había hecho nada malo.
Unos segundos más tarde, su teléfono volvió a pitar.
Era otro mensaje de Milton.
«¿Estás bien?».
Candice se quedó atónita. Al leer los sencillos mensajes de Milton, sintió que su irritabilidad se desvanecía poco a poco. Entonces, una repentina oleada de amargura la invadió.
Sus palabras le habían llegado directamente al corazón.
Respiró hondo, confundida por su propia reacción.
¿Qué le estaba pasando? Solo eran una simple disculpa y una muestra de preocupación.
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¿Cómo podía sentirse conmovida por ellas, sobre todo viniendo de Milton? ¿Había olvidado lo mucho que él la había herido y arrastrado a esta situación?
Al levantar la cabeza, se dio cuenta de que el semáforo para peatones se había puesto en verde.
Mientras se preparaba para cruzar la calle, vio una figura alta de pie al otro lado: Milton.
Resultó que no se había ido y había estado cerca del hotel Hyatt todo el tiempo.
La gente a su alrededor aceleró el paso y cruzó la calle, pero Candice y Milton permanecieron inmóviles, uno frente al otro, mirándose desde la distancia.
Milton guardó el teléfono y la miró fijamente a través de la multitud.
Estaban demasiado lejos para que Candice pudiera ver la expresión de sus ojos.
Se quedó paralizada. Justo cuando el semáforo estaba a punto de ponerse en rojo, un corredor que se acercaba chocó de repente contra ella.
Tomada por sorpresa, tropezó y cayó a la carretera.
En ese momento, el semáforo se puso en rojo y el semáforo se puso en verde.
Los coches pasaron a toda velocidad a su lado.
Finalmente, volviendo a la realidad, se apresuró a subir a la acera.
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