La Luna de Miel - Capítulo 192
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Capítulo 192:
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Su trastorno de estrés postraumático era abrumador.
Se sentía impotente al volante.
Candice apretó el volante con fuerza y empezó a sentir que se ahogaba.
En esa situación desesperada, se había convencido a sí misma de que podía seguir adelante.
Pero, para su sorpresa, seguía sin poder mover el coche ni un centímetro. Los vívidos recuerdos del accidente de coche de tres años atrás inundaron su mente.
Se oyeron gritos y llantos cuando el coche se detuvo, seguidos por el ulular de las sirenas de las ambulancias.
Los sonidos parecían estar justo al lado de su cabeza. Se tapó los oídos con angustia y golpeó la frente contra el volante.
Su respiración se volvió cada vez más superficial.
Cuando Milton se subió al asiento del copiloto, inmediatamente sintió que algo andaba mal.
«¿Qué te pasa?», le preguntó, al notar su angustia.
Era evidente que algo no estaba bien.
Cuando la apartó suavemente del volante, vio que tenía las manos sobre los oídos y los ojos bien cerrados. El sudor le goteaba por la frente y su tez, normalmente porcelánica, estaba pálida y sin color. Milton se dio cuenta de que estaba a punto de perder el conocimiento por falta de aire.
Sin dudarlo, salió corriendo del coche, la agarró con un brazo y la sacó del asiento del conductor, dejándola tumbada en el asiento trasero.
Le acarició suavemente la mejilla, pero ella no respondió.
Al verla jadear en busca de aire, con el rostro enrojecido, Milton supo que tenía que actuar rápido. Presionó su boca contra la de ella, dándole el aire que necesitaba. Ella temblaba incontrolablemente y él podía sentirlo. Afortunadamente, sus pulmones podían contener mucho aire. Respiró hondo, exhaló y le dio más.
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El cuerpo de Candice comenzó a relajarse después de repetir el proceso varias veces.
Su beso no estaba lleno de lujuria, era puramente por la urgencia de salvarla.
Finalmente, su respiración se calmó y pareció caer en un sueño tranquilo en el asiento trasero.
Milton se subió rápidamente al asiento del conductor, arrancó el coche deportivo y se alejó a toda velocidad.
Sin embargo, cuando la movió antes, la herida del cuchillo en su brazo se reabrió. Un dolor abrasador lo atravesó.
A pesar del dolor insoportable, Milton siguió conduciendo.
Al mismo tiempo, utilizó el sistema de control central para buscar los síntomas repentinos que había mostrado Candice. Pensó detenidamente y recordó que ella no había resultado herida durante la pelea y que el spray del hombre calvo no le había hecho daño.
Se dio cuenta de que pedirle que condujera debía de haber sido la causa de su estado.
Empezó a actuar de forma extraña en cuanto se puso al volante.
Finalmente, Milton pensó que Candice nunca había conducido antes y que siempre tomaba un taxi o el metro cuando salía. ¿Por qué?
La respuesta se le reveló en la pantalla: trastorno por estrés postraumático.
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