La Luna de Miel - Capítulo 19
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 19:
🍙 🍙 🍙 🍙 🍙
De repente, el rugido de un potente motor rompió el silencio de la noche oscura.
Lo siguiente que supo Candice fue que una gran motocicleta negra se detuvo a su lado.
El misterioso motorista se quitó el casco y golpeó a uno de los gamberros en la cabeza con él. El impacto fue tremendo y dejó la cara del gamberro magullada y ensangrentada.
A continuación, el motorista se acercó y tiró de Candice, que estaba aturdida, hacia él.
«¿Qué haces ahí parada?», dijo con impaciencia. «¡Sube a la moto!».
Asustada, Candice se subió inmediatamente a la moto. El motorista aceleró y se alejó rápidamente, dejando atrás a los hooligans enfurecidos.
En poco tiempo estaban en la autopista.
Al principio, Candice se negó a agarrarse al motorista. Sabía que era muy pulcro y no le gustaba que le tocaran.
Pero él conducía tan rápido que ella tuvo que agarrarse a algo para no caerse. Haciendo caso omiso del peligro, rodeó con fuerza la cintura del motorista con los brazos.
Era pleno verano, pero la brisa nocturna era especialmente fría. En ese momento, Candice se sintió cómoda.
Después de conducir lo suficiente, el conductor se detuvo en un puente sobre el río.
Candice se bajó rápidamente de la motocicleta. Nunca había montado en una motocicleta tan grande. Le temblaban las piernas y casi pierde el equilibrio.
El conductor aparcó la motocicleta, se bajó y la sujetó con un brazo.
Avergonzada, parpadeó y murmuró: «Gracias, señor López».
Todo sigue su curso en ɴσνєℓα𝓼4ƒ𝒶𝓷.𝒸𝑜𝓂
Milton no dijo nada.
Se apoyó en la moto y cruzó una pierna sobre la otra, lo que le hacía parecer más alto de lo que era en realidad.
La noche oscura se extendía infinita a sus espaldas, salpicada aquí y allá por las coloridas luces de la ciudad en la distancia. En el puente, bajo el tenue resplandor amarillo de las farolas, Candice podía ver su hermoso rostro.
Sacó un cigarrillo mentolado del bolsillo y lo encendió. Dio unas cuantas caladas largas y exhaló enormes nubes de humo.
Su postura era informal pero elegante. Envuelto en el humo del cigarrillo, parecía un desconocido encantador pero peligroso.
Cuando Milton era más joven, le encantaba montar en moto. Hacía mucho tiempo que no lo hacía. Esa noche lo había hecho simplemente para calmar su irritabilidad. No esperaba encontrarse con Candice.
Parecía que las calles de Ploville se habían vuelto más peligrosas que antes.
Hace unos días, durante una inspección en una zona residencial que iba a ser demolida, había visto a varios matones acosando a una mujer que llevaba una capucha negra. Hoy, al pasar por la parte sur de la ciudad, se encontró con una situación similar.
Giró la cabeza y frunció el ceño, mirando a Candice de arriba abajo.
Al ver el desgarro de su camisa, frunció el ceño.
Se quitó el abrigo, una chaqueta ligera y resistente al viento, y se lo echó por los hombros con naturalidad.
—Ya no quiero este abrigo. Tíralo cuando lo hayas usado. No hace falta que me lo devuelvas.
A continuación, tiró el cigarrillo al suelo y lo apagó con la punta del zapato. —De acuerdo.
Candice se quedó atónita. ¿Ya no quería la chaqueta? ¿Era porque se había agarrado a él durante el trayecto?
Le estaba agradecida por haber aparecido y haberla salvado, pero al ver de nuevo esa mirada arrogante en su rostro, no encontró palabras amables para expresar su gratitud.
Sin volver a mirarla, Milton se subió a la moto, se puso el casco, arrancó el motor y se marchó.
Candice se quedó sola en el puente, tenuemente iluminado.
No pudo evitar burlarse. ¿Ese era su plan desde el principio? ¿Salvarla y luego abandonarla en medio de la nada? ¿Ni siquiera podía ofrecerle llevarla a casa? ¿Por qué no le preguntó adónde iba? ¿Por qué la abandonó así?
¡Qué misófobo tan insensible!
Por alguna razón, de repente recordó al hombre que la había salvado unos días antes. La ayudó, pero luego la dejó allí, haciendo exactamente lo mismo que acababa de hacer Milton. Por desgracia, no sabía quién era ese hombre.
Esa noche, Madilyn había vuelto a fracasar, pero esta vez aprendería la lección y no dejaría ninguna prueba. La investigación no debía llevar a ninguna parte.
Los ojos de Candice se volvieron fríos.
De repente, sonó su teléfono.
Miró la pantalla y vio el nombre de Greyson.
En el pasado, rara vez la había llamado. Cuando lo hacía, parecía molesto y disgustado al oír su voz. Ahora, después de su divorcio, ¿la estaba llamando?
Rechazó la llamada.
Llamó a un taxi para que la llevara al Starlight Pub.
Durante más de veinte años, nunca se había permitido ningún capricho.
Bettina siempre le decía que era una tonta.
Bueno, sus días de tonterías iban a terminar esa noche. Iba a pasarlo bien.
.
.
.