La inocencia robada - Capítulo 179
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Capítulo 179:
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La celebración continuó, la música llenaba el aire, pero en el fondo, había una sensación inminente de destino inminente, y un futuro incierto aún por escribir para esta familia que parecía no encontrar nunca la paz.
Después de la fiesta, en medio de la gran sala, Max Holden, el hombre de fuerza y control, tenía un aspecto diferente esta vez. Estaba sentado en el lujoso sofá, sosteniendo suavemente a Amelia Cooper en sus brazos. Sus ojos, normalmente fríos y carentes de emoción, estaban ahora llenos de calidez y ternura. Una suave sonrisa cruzó su rostro mientras miraba a Maya, la pequeña bebé que descansaba plácidamente en sus brazos. Estudió sus pequeños rasgos, su nariz que se asemejaba a la de Amelia, y sus ojos, que llevaban restos de la fuerza de su padre.
Amelia estaba a su lado, apoyando la cabeza en su hombro, sus rasgos hablaban de una profunda sensación de paz, algo que no había conocido en mucho tiempo. Sus ojos…
Brillaban con una mezcla de felicidad y lágrimas. Llevaba un sencillo vestido blanco, adecuado para el momento sereno, mientras su largo cabello caía suavemente sobre sus hombros.
Max levantó lentamente la mirada hacia Amelia, y luego susurró suavemente, con voz llena de confianza y determinación.
«Amelia», comenzó, con un tono profundo pero tranquilo.
«Sé que no he sido el hombre que merecías desde el principio. He cometido errores y tal vez te haya hecho preguntarte si alguna vez sería el que te protegiera y estuviera a tu lado». Amelia contuvo la respiración por un momento. Había estado esperando estas palabras durante mucho tiempo, aunque nunca supo si llegarían. Entendía que Max era un hombre difícil, que el poder y el control siempre estaban en primer plano en su mente. Pero ahora, parecía ver las cosas de manera diferente.
«Pero hoy», continuó Max, con la mirada puesta en el bebé dormido en sus brazos, «te prometo que seré el hombre que te mereces. Te protegeré. Protegeré a Maya. Nadie se acercará a ninguna de las dos mientras yo esté aquí». Su tono estaba lleno de determinación, como si estas palabras no fueran meras promesas, sino un voto sagrado.
Levantó suavemente a Maya en sus brazos, mirándola con profundo afecto, y susurró: «Esta pequeña… es parte de mí, parte de ti. Es la prueba de que mi vida no comenzó realmente hasta que tú llegaste a ella. Todo el poder que una vez pensé que tenía no significa nada comparado con este momento».
Amelia sintió que la calidez de sus palabras llegaba hasta lo más profundo de su corazón. No pudo contener las lágrimas, sabiendo que Max no era un hombre que expresara fácilmente sus sentimientos, lo que hacía que este momento fuera aún más especial. Ella le tomó suavemente la mano, con los ojos llenos de emoción y gratitud.
Max continuó, con la voz ahora más firme: «Nunca te dejaré ir. Seré el padre que Maya se merece y el marido que tú te mereces. Mi vida… toda mi vida está ahora dedicada a los dos. No dejaré que nada ni nadie se interponga entre nosotros».
En ese momento, pareció como si Max se hubiera despojado de todas las máscaras que una vez usó. Este no era el mismo Max Holden, el hombre de negocios frío y calculador. Este era un hombre que había encontrado algo más grande que el poder, más grande que la riqueza: su familia, su verdadero propósito.
Amelia se acercó a él y le susurró suavemente: «Max, lo único que quiero es que estemos juntos: tú, yo y Maya. No quiero nada más. Eso es lo que he estado buscando todo este tiempo».
Max miró fijamente sus profundos ojos y susurró: «No dejaré que nada nos separe, Amelia. Ya no».
Max abrazó aún más fuerte a Maya y Amelia. Este momento fue como un renacimiento para Max y para su vida con Amelia y Maya. Sabía que el camino que tenía por delante no sería fácil, que el mundo que le rodeaba no dejaría de poner a prueba su fuerza, pero estaba dispuesto a sacrificarlo todo por esta pequeña familia que ahora tenía fuertemente entre sus brazos.
Estaba sentado en el suelo del salón de mi casa, rodeado de pinceles y pinturas esparcidos, mirando fijamente mi acuarela. Pintaba y pintaba, tratando de escapar de mi amarga realidad. A través de mis pinturas, expresaba lo que no podía decir en voz alta.
Hasta que el momento sagrado se vio interrumpido por el sonido de unos golpes en la puerta. Me sequé las manos manchadas de pintura con el delantal blanco que llevaba para proteger la ropa y corrí enfadada hacia la puerta. El idiota que llamaba estaba a punto de derribarla y, por supuesto, había interrumpido mi momento de paz.
Abrí la puerta enfadada, solo para sorprenderme al encontrarme con Riccardo de pie frente a mí. Le espeté bruscamente: «¿Qué quieres?». Me sonrió de reojo y respondió con calma: «Aquí no podemos hablar». Luego me empujó con las manos y entró en la sala de estar, ¡como si yo fuera un fantasma en su camino!
Cerré la puerta de golpe, tratando de liberar mi ira, y seguí a ese idiota para ver qué quería. Estaba sentado cómodamente en el sofá, cambiando de canal de televisión con el mando a distancia aburrido. Me senté en el sofá frente a él, observando al sinvergüenza como si esta fuera su casa. Finalmente, se dio cuenta de que yo estaba allí y enderezó su postura, diciendo: «Bueno, traté de llamarte, pero no respondiste, así que vine yo mismo».
Puse los ojos en blanco, molesta. A menudo pongo mi teléfono en silencio para que nadie pueda molestarme, pero parece que no fue suficiente. Continuó hablando después de notar mi expresión indiferente: «Hay una nueva misión. Ya se ha investigado y se ha identificado al culpable, pero el jefe quiere que le eches otro vistazo».
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