La inocencia robada - Capítulo 177
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Capítulo 177:
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Entonces, Max soltó la bomba, con voz severa y tranquila a la vez:
«Michael no es solo mi socio y mano derecha». Por un momento, se contuvieron las respiraciones, como si el tiempo mismo se hubiera detenido en anticipación de sus próximas palabras.
«Michael es mi hermano, mi hermano de sangre. Es un hijo legítimo de la familia Holden».
Esas palabras sacudieron la sala como un terremoto. Las caras de los periodistas iban de la conmoción a la incredulidad, y los flashes explotaron como un reguero de pólvora, haciendo llegar la noticia al mundo. Nadie se había esperado esta impactante revelación. Los susurros se convirtieron rápidamente en una conmoción silenciosa, y los medios de comunicación, junto con las redes sociales, no perdieron tiempo en difundir rumores.
Max mantuvo la compostura, como si hubiera esperado esta reacción. Miró a Michael, cuya expresión comenzó a cambiar, con los ojos brillantes por una fuerza recién descubierta que provenía de este reconocimiento público. Un breve silencio llenó la sala antes de que Max continuara:
«Michael tiene derecho a la mitad del imperio Holden, a su parte completa de respeto y honor, como se merece cualquier miembro de esta familia».
Su tono era firme, lo que reforzaba la gravedad de su decisión. La prensa permaneció atónita, luchando por creer que la verdad había estado oculta todos estos años. Finalmente, Max pronunció una última frase que profundizó el misterio: «El linaje de Michael se ocultó por razones privadas». Max no dio más explicaciones sobre estas «razones privadas», dejando la puerta abierta de par en par a la especulación y la curiosidad. Este aura de secretismo hizo que pareciera que había aún más secretos enterrados en la familia Holden. Cuando los periodistas empezaron a bombardearlos con preguntas, Max y Michael se mantuvieron juntos, unidos como un muro inquebrantable.
Los ojos de los reporteros buscaban más sorpresas tras la impactante revelación de su hermano Michael. Como siempre, Max estaba tranquilo y confiado. Su elegante cabello y su mirada penetrante enviaban un mensaje claro: control absoluto de la situación. Max respiró hondo antes de interrumpir el aluvión de preguntas que surgían de todas direcciones. Levantó la mano con un gesto tranquilo, pidiendo sutilmente a la multitud que se calmara. Luego, esbozó una pequeña sonrisa, algo poco habitual en su rostro normalmente serio, y dijo con un tono tranquilo pero firme: «Tengo más noticias».
Un momento de tenso silencio llenó el aire, como si todos esperaran otro impactante anuncio del formidable hombre de negocios.
«Mi esposa ha dado a luz a una preciosa niña, y me complace compartir esta alegre noticia con ustedes».
Su tono ahora transmitía más calidez, como si momentáneamente dejara de lado el comportamiento severo que normalmente mantenía en público. Este era un momento personal, y aunque la multitud no dejó de tomar fotos y apuntar notas, todos sintieron que estaban presenciando un lado diferente de Max Holden: un padre que albergaba algo de ternura en su interior.
«Habrá una celebración en la finca de los Holden en honor a esta ocasión, y todo el mundo está invitado». Max continuó, y volvió a sonreír, esta vez con una sonrisa que rezumaba confianza y autoridad, mientras añadía: «Espero que paséis un buen día».
Con pasos seguros, Max se volvió hacia Michael, que había permanecido en silencio a su lado todo el tiempo, y le hizo una señal para que se marchara. Los dos se fueron entre el clamor de los periodistas ansiosos por más detalles, dejando tras de sí un mar de especulaciones y susurros crecientes.
Cuando llegaron a la finca de los Holden, el ambiente era completamente diferente. A pesar de la alegría que debería haber llenado el aire para celebrar el nacimiento de la niña, otra tensión se cernía en el horizonte. Max y Michael fueron recibidos por una voz fuerte y airada que resonaba en el salón principal. Elizabeth Holden, la madre de Max, estaba de pie en el centro de la habitación, con expresión sombría y los ojos ardiendo de clara furia.
Elizabeth era una mujer de formidable presencia. Su cabello plateado enmarcaba un rostro que aún conservaba rastros de su antigua belleza, pero la dureza de los años no había embotado su naturaleza feroz. Llevaba un vestido oscuro que reflejaba su temperamento tormentoso, y su mirada estaba fija en Michael, que se detuvo en medio del salón junto a Max.
«¿Qué es esto?», la voz de Elizabeth rezumaba ira y desdén.
—No toleraré su presencia aquí, Max. Este joven no pertenece a esta familia, y ya te lo he dicho antes.
Los ojos de los invitados se movían rápidamente entre Elizabeth, Michael y Max, como si estuvieran anticipando una explosión inminente. El silencio se hizo más pesado y todos en la finca podían sentir la creciente tensión entre madre e hijo.
Max, a pesar de la creciente tensión, no mostró ninguna emoción. Mantuvo su compostura habitual, pero su voz adquirió un tono más frío. Miró directamente a su madre y dijo claramente: «Michael es un Holden, un hijo legítimo con todo el derecho a estar aquí. No permitiré que nadie, ni siquiera tú, lo niegue». Su voz era resuelta, sin dejar lugar a discusión. Michael intentó hablar, pero Max levantó la mano suavemente, indicándole que permaneciera en silencio. Elizabeth, sin embargo, no era de las que se rendían fácilmente. Se acercó a Max y dijo: «Has guardado este secreto durante años, ¿y ahora quieres meterlo en nuestras vidas como si nada? Esto no va a pasar, no bajo este techo».
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