La inocencia robada - Capítulo 173
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 173:
🍙 🍙 🍙 🍙 🍙
Max se sentó junto a la cama, sin apartar los ojos del rostro de Amelia, surcado por las lágrimas.
—No dejaré que le pase nada a nuestra hija, Amelia. Y tampoco dejaré que te pase nada a ti. —Su tono era firme y seguro, pero al mismo tiempo, tranquilo y tranquilizador. El hombre que ella había visto una vez como despiadado e insensible se estaba transformando ahora en alguien diferente, alguien dispuesto a hacer cualquier cosa para proteger a esta nueva e inesperada familia.
Amelia no podía dejar de llorar. Era como si todo el dolor y el miedo que había soportado durante los últimos meses se estuvieran desbordando. El pequeño bebé, suave y cálido, con su diminuto corazón latiendo cerca del suyo, hizo que Amelia sintiera que había recuperado una parte de sí misma que creía perdida para siempre.
«Estaba tan asustada… Max, estaba aterrorizada, creía que lo había perdido todo». Jadeó al intentar hablar, pero las palabras salieron fragmentadas, como si su corazón hablara antes que su mente. Abrazó al bebé con más fuerza, sintiendo cómo su calor se filtraba en ella.
Con fuerza, como si temiera desaparecer en cualquier momento, las lágrimas le corrían por el rostro sin cesar. Max extendió la mano con suavidad y la colocó sobre el hombro de Amelia. Ella sintió el calor de su tacto, una sensación que nunca antes había asociado con él. Su presencia era diferente esta vez.
«Amelia, no te perderé. No dejaré que nada os haga daño. Te lo prometo».
Sus palabras eran como un nuevo juramento, uno que nunca había formado parte de sus planes anteriores, pero ahora era lo único en lo que podía pensar. Mientras Amelia seguía llorando, hizo un movimiento que no esperaba ni de sí misma. Colocó suavemente al bebé en la pequeña cuna junto a la cama y luego se volvió hacia Max.
Lo miró, con los ojos llenos de lágrimas rebosantes de emoción, y de repente lo abrazó, como si se ahogara en su abrazo, buscando la seguridad que tanto había echado de menos. Su cabeza descansó sobre su pecho y sus lágrimas fluyeron sin parar.
«Max… Yo tampoco quiero perderte». Sus palabras eran una profunda confesión, admitiendo que no era solo el miedo a perder al bebé lo que la atormentaba, sino el miedo a perderlo también a él, a pesar de todo lo que habían pasado.
Max la abrazó, sosteniéndola con fuerza, sintiendo el peso del momento.
«No te perderé, Amelia. No dejaré que nada se interponga entre nosotros de nuevo».
En ese momento, Max sintió que el mundo que una vez vio con frialdad y hostilidad había comenzado a cambiar, gracias a la pequeña bebé y gracias a la mujer que amaba a pesar de todo.
—Max… —Amelia lo miró, con los ojos llenos de gratitud, pero también con miedo de lo que pudiera venir después.
—¿De verdad podemos empezar de nuevo?
Él puso suavemente su mano sobre la de ella.
«Haré lo que sea para que las cosas salgan bien. Esta niña… es nuestra oportunidad. Nuestra oportunidad de ser la familia en la que nunca antes había creído».
Estas palabras no le salieron fácilmente a Max. Había pasado su vida huyendo de la idea de la familia y el compromiso, pero ahora veía que el bebé era el vínculo inquebrantable entre ellos. Mientras observaba a Amelia sosteniendo a su bebé con amor y protección, sintió que el mundo se volvía un poco menos cruel y que tal vez, solo tal vez, él podría convertirse en la persona que ella siempre había necesitado.
Las cálidas lámparas iluminaban suavemente la habitación mientras Max se paraba frente a la gran ventana, contemplando la bulliciosa ciudad. La tenue luz proyectaba sombras sobre sus rasgos afilados y serios. Sus profundos ojos azules reflejaban una intensa contemplación. Su cabello oscuro, ligeramente despeinado por la tenue brisa que se colaba por las pequeñas grietas de la ventana, aumentaba la tristeza del momento. Se había mudado a esta habitación para estar más cerca de la habitación de Amelia en el hospital. Todo este hospital le pertenecía.
Detrás de él, Michael se acercó en silencio. Su rostro reflejaba tanto amor como preocupación. Sus grandes ojos marrones seguían a Max con constante preocupación, como si estuvieran vigilando su estado emocional. Su cabello castaño oscuro, similar en color al de Max, estaba peinado de forma menos pulcra, reflejando la diferencia en sus personalidades. Michael llevaba una chaqueta más sencilla en comparación con Max, pero su presencia era igualmente poderosa en este momento íntimo.
Max finalmente se dio la vuelta, fijando su mirada en Michael durante un largo momento. Había algo desconocido en su voz, una suavidad poco común que casi nunca mostraba a nadie.
«Michael…», comenzó lentamente, caminando hacia su hermano menor y parándose directamente frente a él, con los ojos llenos de emociones encontradas.
«No eres solo mi hermano… eres mi alma gemela. Estuviste a mi lado cuando no tenía a nadie más. Cada vez que pensaba que estaba solo, estabas ahí… y le estoy agradecido a papá por haberme dado a ti. Tú fuiste su regalo para mí».
El peso de sus palabras flotaba en el aire, un tono genuinamente honesto que mezclaba reconocimiento con gratitud. Max finalmente extendió sus brazos y abrazó a Michael con fuerza, como si este abrazo hubiera estado esperando toda la vida para suceder. Michael, sorprendido al principio, respondió rápidamente y abrazó a Max con la misma fuerza. Sintió calidez y sinceridad en el abrazo de su hermano mayor. Levantando ligeramente la cabeza para encontrarse con los ojos de Max, respondió en voz baja pero con una voz llena de emoción:
.
.
.