La inocencia robada - Capítulo 159
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Capítulo 159:
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Jerry y Carla intercambiaron miradas una vez más, y hubo un tenue rayo de esperanza en los ojos de Carla. Lentamente, asintió, como si decidiera darle otra oportunidad a las cosas, aunque con cautela.
«Está bien, Jerry. Lo intentaremos… pero poco a poco».
Jerry sonrió suavemente, y Amelia dio un paso adelante para abrazar a su madre.
En la mansión de Max, Amelia se sentó junto a la crepitante chimenea, con la luz de las llamas reflejándose en sus ojos, que parecían contener dos brasas ardientes llenas de determinación. Max estaba junto a la ventana, mirando al horizonte lejano con una expresión sombría, una mezcla de ansiedad y rabia arremolinándose en su interior.
—Max —empezó Amelia, con voz tranquila pero cargada de seriedad—, debes darle a Michael lo que se merece. Tienes que unir a la familia.
Max se volvió lentamente, con los ojos entrecerrados con cautela mientras la miraba.
—No lo entiendes, Amelia. Si Elizabeth se entera de este secreto… el que lo amenaza todo, no dudará en destruir a Michael. Es capaz de aplastar a cualquiera que se interponga en su camino.
Amelia dio un paso adelante, con paso firme y expresión resuelta, mientras cruzaba los brazos sobre el pecho.
—Max, Michael merece ser reconocido. Se merece el lugar que le corresponde entre todos. En el fondo, lo sabes, y ya no puedes huir de esta verdad.
Los rasgos de Max se endurecieron aún más, como si cada una de las palabras de Amelia le pesaran cada vez más.
—¿Crees que no he pensado en esto? Todos los días, todas las noches. Pero conozco a mi madre… Elizabeth no muestra piedad. Se vengará de todos si siente que su poder está amenazado».
Amelia lo interrumpió, acercándose aún más hasta que solo unos pasos los separaron. Lo miró fijamente, con determinación y valentía.
«Si tú le tienes miedo a Elizabeth, yo no. Michael tiene derecho a esta familia y a la herencia, al igual que tú. Este derecho debe ser declarado ante todos, y nadie puede quitárselo».
Max volvió la cabeza, mirando hacia otro lado como si intentara escapar de la dura realidad con la que ella lo estaba confrontando.
—No es tan simple, Amelia. No sabes a lo que me enfrento. Cada decisión que se tome aquí podría ser el final para todos nosotros.
Ella puso una mano suave en su hombro, su voz más suave pero aún firme con determinación.
—Max, esta familia nunca estará completa a menos que afrontemos la verdad. Necesitamos a Michael, y tú tienes que dejar atrás el pasado y tus miedos. Tienes que ser el líder que toma las decisiones correctas, no solo las que te protegen a ti mismo.
Max hizo una pausa, respiró hondo y finalmente se volvió hacia ella.
—¿Y si estas decisiones lo acaban todo? ¿Si significan perder todo lo que hemos construido?
—Si no haces lo correcto, la pérdida será mucho mayor. Te perderás a ti misma y nos perderás a todos.
En una tranquila tarde, Michael estaba de pie junto a la ventana de su apartamento, contemplando las luces centelleantes de la ciudad, como si buscara una respuesta. Tenía las manos entrelazadas a la espalda y los hombros tensos. El sonido de su respiración era profundo y pesado, como si llevara el peso del mundo sobre sus hombros. A unos pasos de distancia, Alexa estaba sentada en el sofá, su inquietud se reflejaba en el movimiento inquieto de sus dedos, mientras se retorcía nerviosamente un mechón de pelo y mantenía la mirada fija en Michael, observándolo atentamente.
Michael se volvió hacia ella lentamente, sus ojos oscuros llenos de conflicto interno. Dio unos pasos hacia ella, acercándose, pero entre ellos había una brecha invisible, llena de palabras no dichas y secretos ocultos.
Con voz baja, cargada de ansiedad, dijo: «Alexa… es el momento. Hay algo que tienes que saber sobre mí. Algo que no puedo ocultar más».
El aliento de Alexa se aceleró, sus ojos muy abiertos se clavaron en él mientras su corazón comenzaba a acelerarse. Intentó mantener la calma, pero no pudo evitar preguntar: «Michael, ¿me has estado ocultando algo? ¿Hay algún secreto?».
Él la miró con ojos profundos y penetrantes, y luego dejó escapar un largo suspiro, como si hubiera estado esperando esta pregunta durante mucho tiempo.
«Sí, Alexa. Hay un gran secreto, y tu decisión ahora determinará nuestro futuro juntos». Dudó un momento antes de continuar: «No te dejaré… a menos que tú decidas dejarme. Pero, Alexa, lo que estoy a punto de decirte podría cambiarlo todo».
Michael hizo una pausa de unos segundos, como si las palabras pesaran en su lengua. Luego, exhaló lentamente y finalmente dijo con voz tranquila pero firme: «Yo… trabajo para la mafia».
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