La inocencia robada - Capítulo 156
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Capítulo 156:
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«Max, ¿qué pasa?».
Parecía sorprendido por su pregunta y bajó la mirada, agarrándose a los lados de su taza.
«Nada, Amelia. No te agobies con mis problemas». La mente de Max daba vueltas con los pensamientos más oscuros y peligrosos, especialmente la cuestión de cómo protegería a Amelia y a su hija.
Suspiró profundamente y se acercó a ella, con una amplia sonrisa en el rostro mientras hablaba con amor.
«¿Cómo está nuestra hija ahora? Está bien, ¿verdad?».
Amelia le devolvió la sonrisa y lo abrazó, respondiendo: «Mientras estés con nosotros, a nuestro lado, siempre estará bien». Amelia se apartó, tomó su mano y la colocó sobre su vientre mientras susurraba: «Tu hija está bien, como su madre, a pesar de todo lo que ha pasado y de todo lo que está por venir. Todas las luchas y conspiraciones solo han fortalecido nuestro vínculo, Max. Siempre estaré a tu lado, pase lo que pase».
Max, exhausto, se apoyó en su abrazo, encontrando seguridad en sus pequeños brazos.
«Solo espero que podamos vivir juntos en paz al final. Has sufrido mucho conmigo, Amelia, y todo esto tiene que terminar en algún momento».
Amelia sabía que el temblor y el miedo de Max eran señal de una gran tormenta que estaba a punto de azotarlos, una tormenta que podría desarraigar todo.
Al final, dejar el mundo de la mafia significaría el fin de la vida de Max, y permanecer en él era una amenaza constante y diaria para su seguridad. Una amenaza para su vida y una amenaza para su familia.
Ella respiró hondo, tratando de infundir calma en Max antes de sugerir: «¿Y mi padre? Tal vez podrías aliarte con él, y así derrotarías a este rival, Max».
Pero las cosas no eran como Amelia creía. El mundo de la mafia estaba enredado y fragmentado, con muchas facciones en cada país y en todo el mundo. Jerry Cooper pertenecía a una facción rival que buscaba hacerse con el puesto de Max y…
El poder. Una alianza entre ellos solo resultaría en el caos y, en última instancia, en la muerte de Jerry.
Max no quería contarle más sobre su misterioso y oscuro mundo, pero sabía una cosa con certeza: podía protegerla. Se juró a sí mismo que esta vez acabaría con sus enemigos y los aplastaría.
Maxwell estaba sentado en el sofá, con el rostro tenso y las líneas del tiempo grabadas en la frente. La habitación estaba llena del aroma de la madera vieja y el calor de los libros alineados contra las paredes. Frente a él estaba sentada Amelia, con sus ojos oscuros observándolo de cerca, llenos de preocupación. El silencio entre ellos era pesado, cargado de preguntas tácitas.
Amelia se inclinó ligeramente hacia delante en su silla y susurró: «Maxwell, tenemos que ser sinceros el uno con el otro. Hay algo extraño en tu comportamiento últimamente… ¿qué está pasando?».
Maxwell levantó lentamente la mirada y dejó escapar un profundo suspiro.
«Amelia…», dijo con voz ronca, «no es que no confíe en ti, pero hay un secreto que debes saber».
Amelia se quedó paralizada por un momento, con el corazón acelerado, la idea de que su vida estuviera llena de secretos la atormentaba cada vez más.
—¿Otro secreto? Toda tu vida está envuelta en misterio, Maxwell. ¿Qué pasa esta vez?
Maxwell apoyó la cabeza en el respaldo del sofá y cerró los ojos durante unos segundos, como si se recompusiera antes de hablar.
«No es mi secreto… es el de mi padre». Cuando volvió a abrir los ojos, había una mirada de dolor, profunda y oscura, en ellos.
«Michael… Michael no es solo mi asistente. Es… es mi hermano».
Los ojos de Amelia se abrieron de par en par, sorprendida. Se acercó a él lentamente.
«¿Tu hermano?», susurró, como si le costara creer lo que estaba oyendo.
Maxwell asintió en silencio antes de continuar: «Mi padre… se casó en secreto con otra mujer. Poco después de que yo naciera, Michael entró en nuestras vidas. Yo era demasiado joven entonces, pero no supe la verdad hasta mucho más tarde».
Amelia se quedó en silencio un momento, tratando de asimilar la conmoción que le habían causado sus palabras.
«Maxwell…», comenzó, mirándolo profundamente a los ojos, «¿por qué no me lo contaste antes?».
Él vaciló antes de responder: «Porque no estaba preparado. Este secreto no es solo un asunto familiar. Es la razón que hay detrás de tantas cosas… las rivalidades, los conflictos a los que nos hemos enfrentado. La relación entre Michael y yo… es complicada. Mi padre le ocultó esto a mi madre durante años, y cuando ella lo descubrió, ya era demasiado tarde».
Amelia permaneció en silencio, sus ojos reflejaban una mezcla de tristeza y comprensión. No estaba segura de cómo responder, ya que esta nueva realidad revelaba mucho sobre la vida secreta y compleja de Maxwell.
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