La inocencia robada - Capítulo 116
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Capítulo 116:
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«Debes casarte conmigo ahora, Amelia. Si aceptas casarte conmigo, me aseguraré de que veas a tu madre».
Amelia dio un paso atrás, con el rostro claramente sorprendido.
«¿Qué? ¿Estás explotando mi sufrimiento para obligarme a casarme?», dijo con voz llena de ira.
Maxwell extendió lentamente la mano para tocar su rostro, pero ella le apartó la mano de un manotazo y le dio una bofetada con todas sus fuerzas. Su cabeza retrocedió por la fuerza del golpe, pero no pareció afectado; más bien, sonrió lentamente y se volvió para mirarla de nuevo.
—He sufrido mucho por tu culpa, Maxwell. No creas que aceptaré este matrimonio forzado. ¡Deja en paz mi vida y a mi madre! —gritó Amelia, con la voz temblando entre las ganas de llorar y la ira que casi la consumía.
Maxwell se detuvo un momento, con una mezcla de frialdad y profunda tristeza en el rostro.
—No entiendes, Amelia, cuánto te amaba. Todo lo que hago es por ti, aunque ahora no lo entiendas.
—¡Este amor tuyo es lo que ha destruido mi vida, Maxwell! —replicó Amelia, con lágrimas corriendo por su rostro.
Maxwell se apartó de ella, como si huyera de la dolorosa verdad.
—Supongo que no te obligaré a decidir ahora. Pero recuerda, Amelia, que el tiempo no está de tu lado.
Amelia le gritó para que se detuviera: «¿Y qué harás con mi madre?».
Maxwell amenazó: «Si no aceptas en dos horas, me desharé de ella. Al final, la decisión es tuya, Amelia». Luego salió de la habitación en silencio, dejando a Amelia sola con sus pensamientos atormentadores. Ahora sabía que cada minuto que pasaba conllevaba un peligro creciente, y tenía que encontrar la manera de salvar a su madre… y a sí misma.
Maxwell estaba de pie en el centro de la habitación, con el rostro sombrío pero ocultando una inmensa satisfacción. Vestía un traje formal. Amelia estaba de pie frente a él, exhausta pero resuelta. Llevaba un sencillo vestido negro que ocultaba su desolación interior.
Amelia, con voz temblorosa, dijo: «Maxwell, estoy aquí para decirte que… estoy de acuerdo. Consentiré este matrimonio, a pesar del infierno que esta decisión traerá… Lo haré por mi madre, y supongo que pondré fin a mi vida como parece, pero lo haré».
Maxwell abrió mucho los ojos de sorpresa y luego sonrió ampliamente.
—Amelia, nunca imaginé que sería tan afortunado. Pensé que te obligaría a vivir en el infierno, pero ahora estoy agradecido de que formes parte de mi vida. Prometo que haré todo lo posible para hacerte feliz. Te quiero y quiero que tengamos una pequeña familia. Trabajaré para hacerte feliz a pesar de todo lo que tendrás que afrontar.
Amelia bajó la mirada, tratando de mantener la compostura.
—¿Y cómo puedes garantizar mi felicidad cuando tú mismo no puedes asegurar nuestra estabilidad? ¿Cómo puedo creer en tus promesas cuando veo la preocupación en tus ojos?
Maxwell se acercó a ella, tratando de tomarle la mano con delicadeza.
—Sé que las palabras por sí solas no bastan, pero te prometo que haré todo lo posible. Sí, hay cosas que escapan a nuestro control, pero te amo sinceramente. Seré el apoyo que necesitas y protegeré todo lo que te es querido.
Amelia se secó una lágrima de la mejilla y lo miró con preocupación.
—Si hablas de amor, necesito hechos, no solo palabras. Intentaré creerte, pero me temo que los tiempos venideros serán más duros de lo que imagino.
Maxwell respiró hondo y luego sonrió con sinceridad.
—Amelia, el amor no son solo palabras; son acciones continuas. Haré todo lo que esté en mi mano para demostrártelo. Quiero que formes parte de mi futuro y quiero que seamos una familia, aunque el camino sea difícil. Afrontaremos todo juntos y viviremos cada momento con sinceridad y amor.
Amelia suspiró profundamente y asintió lentamente.
—De acuerdo, intentaré creerte. Estaré contigo, pero necesito tiempo para entender todo lo que nos rodea.
Maxwell tomó su mano entre las suyas y la sostuvo con suavidad.
—Gracias, Amelia. Te agradezco tu confianza. Afrontaremos todo juntos y encontraremos nuestra felicidad en este difícil camino.
Amelia miró su rostro, donde la esperanza brillaba en sus ojos.
«Veremos lo que nos depara el futuro, Maxwell. Espero que esta decisión sea la correcta y que tu promesa sea sincera».
Maxwell sonrió con ternura.
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