La heredera fantasma: renacer en la sombra - Capítulo 913
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Capítulo 913:
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«¡Tonterías!
En ese momento, una gran figura apareció en la entrada, con sus tacones altos haciendo ruido en el salón de subastas.
Todos se volvieron cuando una mujer irrumpió en la sala, flanqueada por guardaespaldas. Llevaba mucho maquillaje, pero aún así parecía sencilla.
Cada paso que daba parecía lastrado por su peso.
Sus pies regordetes presionaban dolorosamente contra el cuero ajustado de sus zapatos puntiagudos, mientras que el vestido blanco se ceñía tanto a su cuerpo que parecía que fuera a romperse.
Brenna calculó que pesaba al menos 90 kilos, más de lo que había dicho su madre.
Judy se adelantó y abofeteó a Isabella. La fuerza del golpe hizo que Isabella cayera al suelo. —¿Cómo te atreves a robarme a mi hombre?
Judy le dio una patada en el estómago a Isabella, un golpe tan brutal que le arrancó un grito ahogado mientras se encogía sobre sí misma.
Ardiendo de humillación, Isabella no podía creer que hubiera perdido contra alguien como Judy. Se volvió hacia Denis y le escupió: «¿Qué le encuentras atractivo a esta mujer?».
El rostro de Judy se retorció de furia. Plantó los puños en las caderas y gritó a Isabella: «¿Te atreves a faltarme al respeto? ¿Sabes quién soy?». Se volvió hacia sus guardaespaldas. «¡Golpeadla!».
A su orden, los guardaespaldas vestidos con trajes negros avanzaron. Sin dudarlo, se abalanzaron sobre Isabella y la golpearon sin piedad.
Para Judy, nada era más irritante que una mujer que era más guapa que ella. Isabella había cometido el error imperdonable de acercarse a Denis, lo que avivó la furia ya ardiente de Judy.
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«¡Golpeadla más fuerte!», exclamó.
«¡Ah! ¡Parad! ¡Ah!».
Los gritos de Isabella rasgaron el silencio del salón. Los espectadores observaban, pero ninguno se atrevía a intervenir.
Mientras tanto, Denis permanecía al lado de Judy, tranquilizándola en voz baja: «Por favor, no dejes que esto te afecte. Se ha estado pegando a mí; lo he intentado todo para quitármela de encima. Es tan desvergonzada…».
Cada palabra golpeaba a Isabella como una bofetada. Su cuerpo palpitaba de dolor, pero lo que más le dolía era la traición.
Los guardaespaldas no mostraron piedad. Sentía como si le estuvieran rompiendo los huesos uno a uno. Apretando los dientes, gritó: «Que paren… Denis, ¿cómo puedes quedarte ahí parado y dejar que me hagan esto?». Molesto, Denis la golpeó con una patada. Le había dado la oportunidad de marcharse antes, pero ella la había ignorado. Ahora solo podía culparse a sí misma.
Brenna miró a Isabella con expresión fría. La visión de Isabella tirada en el suelo le pareció lamentable. Habló con tono seco: «Denis, la subasta está a punto de empezar. ¿De verdad es este el lugar para montar una escena así?».
De hecho, Denis sintió una ligera punzada de compasión por Isabella, pero no podía hacer gran cosa.
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