La heredera fantasma: renacer en la sombra - Capítulo 876
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Capítulo 876:
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Patrick soltó una risa avergonzada. «Es que creo que Brenna es más fácil de convencer».
Ellie puso los ojos en blanco, le tomó de la mano y se lo llevó para ver más chaquetas.
Mientras tanto, Brenna y Lilith seguían mirando por la tienda.
Lila estaba cerca de la chaqueta de Spider-Man, hablando por teléfono con voz cansada y frustrada. «Mi hijo quiere esta. Sé que es cara, pero tienen una oferta: si la compramos, nos regalan la figurita que le gusta».
Tras escuchar la respuesta al otro lado, la voz de Lila se volvió más aguda. —¿Cómo que no ganas suficiente para esto? ¿Ni siquiera vas a gastar un poco en tu propio hijo? Déjame recordarte que sigues viviendo bajo mi techo. Date prisa y trae algo de dinero aquí.
Diez minutos más tarde, Alec entró corriendo, con una riñonera negra atada a la cintura, una chaqueta gruesa, pantalones oscuros y zapatos de cuero negro. A Brenna le parecía un conductor de Uber.
La última vez que se habían visto fue en aquella cena en la que Ruby e Isabella habían intentado convencerla de que se hiciera cargo de los negocios de Denis.
En solo un mes, Alec había vuelto a cambiar de aspecto. Ahora parecía más un estafador de poca monta, con notablemente más canas. Cuando sus ojos se posaron en Brenna, su rostro demacrado se iluminó ligeramente con sorpresa. Últimamente había estado sobreviviendo a duras penas, trabajando sin descanso como conductor de Uber. Incluso con los ingresos de Lila, apenas llegaban a los veinticinco mil al mes. No era ni de lejos suficiente para pagar las facturas.
Por mucho que trabajara, Lila siempre encontraba algo de lo que quejarse. Su sueldo nunca le parecía suficiente y las amenazas de divorcio se habían convertido en algo habitual.
En cuanto Alec vio a Brenna, se le ocurrió una idea. Una leve sonrisa se dibujó en su rostro. —Qué casualidad. Tú también estás aquí, Brenna.
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—¡Papá! —gritó Seth, corriendo hacia Alec para cogerle de la mano. Con los ojos llenos de emoción, el niño señaló directamente el expositor cerca de la caja. —¡Quiero ese! Si compras la chaqueta de Spider-Man, te regalan una figurita.
Al ver al niño, Alec se sintió frustrado. Pero si rechazaba la petición de Seth, Lila explotaría y probablemente le lanzaría más amenazas de divorcio. No tenía ningún deseo de acabar en la calle.
Aun así, dudó. Sus ingresos mensuales apenas alcanzaban los diez mil, y no quería gastarlos libremente.
Justo ese día, después de pasar horas en la carretera, solo había ganado doscientos. Una vez deducidos los gastos de combustible, el beneficio real era aún menor.
Un vistazo rápido al precio de una chaqueta cercana le hizo encogerse el estómago. ¡Una chaqueta costaba catorce mil!
Era absurdo. Ni siquiera podía permitirse una sola chaqueta con lo que ganaba en todo un mes.
¿Acaso su familia no entendía su situación económica? ¿Por qué pedían lujos cuando apenas llegaban a fin de mes?
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